jueves, 30 de junio de 2011
miércoles, 29 de junio de 2011
Paul Krugman y el materialismo histórico por Rolando Astarita
Paul Krugman y el materialismo histórico
En su edición del 20 de julio La Nación reproduce un artículo de Krugman (aparecido en The New York Times), titulado “A grandes logros… baja popularidad”. En el mismo, Krugman trata de explicar “la paradoja Obama”. La paradoja consiste en que el gobierno habría obtenido grandes victorias –la más importante, la reforma del sistema de salud– y sin embargo tiene un bajo índice de aprobación pública. La explicación de Krugman es que se debe a la situación económica. Para eso recuerda una famosa frase, que se convirtió en caballo de batalla de la campaña electoral de Clinton contra Bush, en 1992: “Es la economía, estúpido”. Con esto Clinton quería decir que, a pesar de los éxitos de Bush en política exterior (caída de la URSS, Guerra del Golfo), lo que decidía era la situación económica de EUA de entonces. En su artículo Krugman recuerda que cuando la economía de EUA estaba en crisis, en 1982, la popularidad de Reagan era baja, y mejoró luego, con la recuperación económica. Lo mismo sucede en la actualidad con Obama. En apoyo a su explicación, Krugman cita a Larry Bartels, un profesor en Princeton:
“Las condiciones económicas objetivas –no las audaces publicidades televisivas, los debates y otros hechos efímeros de la campaña cotidiana– son lo más importante para las perspectivas de reelección de un presidente en ejercicio del cargo”. En definitiva, la base de lo político es lo económico.
Pues bien, esto es lo que viene a sostener la tan rechazada teoría de la historia, de Marx y Engels. Las condiciones económicas objetivas son lo más importante. Por supuesto, podemos admitir que la cuestión está expresada de manera tosca, casi primitiva, por los profesores. Pero la esencia del asunto es clara.
¿Qué dice el materialismo histórico? Que lo económico tiene prioridad explicativa en los fenómenos sociales y políticos. Subrayo, prioridad explicativa. La concepción materialista de la historia, de Marx y Engels, no sostiene que los fenómenos políticos, culturales, etc., y su evolución, estén determinados mecánicamente por lo económico. Pero sí afirma que si quiero explicar lo político, cultural, institucional, etc., debo partir de las relaciones económicas. Para ponerlo con un ejemplo sencillo, la pintura holandesa del siglo XVII expresa la próspera sociedad burguesa de la época, y no al revés. Lo cual no significa que sea posible explicar los valores de esa magnífica pintura por lo económico.
Es claro que este criterio de Marx y Engels se opone a una larga tradición intelectual, que continúa al día de hoy. Así, por ejemplo, Hegel pensaba que el motor de la historia estaba en el progreso de la conciencia humana, que avanzaba hacia la conciencia de sí misma, y de su libertad. Weber creía que la historia de la humanidad consistía en el camino de la razón hacia su máximo desarrollo. Keynes terminaba su Teoría General diciendo que el mundo está gobernado por “las ideas de los economistas y los filósofos políticos”. Y lo mismo sostiene el propio Krugman, a pesar de lo que escribe en su artículo. Así, en sus libros de economía, recurre a la teoría subjetiva del valor, y a los “gustos y preferencias intertemporales”, para dar cuenta de los fenómenos económicos más generales.
En contraposición a estas ideas, la teoría de Marx y Engels sostiene que no son las condiciones espirituales, sino las condiciones materiales que encuentran los hombres, y el modo en que producen, las que permiten entender sus formas de pensar. El motor del desarrollo no es la batalla de la conciencia humana consigo misma, el movimiento lógico de las ideas, o el avance de la razón, sino la lucha de la especie humana por procurarse los medios de vida.
Volviendo entonces a la situación actual en EUA, el descontento de gran parte de la población con el gobierno tiene que ver con la crisis y sus consecuencias en términos de desocupación, polarización social, baja de salarios e inseguridad frente al futuro. Es que para pensar, para hacer la historia, para preocuparse por la política o por votar, los seres humanos deben encontrarse “en condiciones de poder vivir”. Ésta es la base terrenal de todo análisis, explican Marx y Engels en La ideología alemana. Por aquí hay que empezar a comprender. Tan simple, y profundo como esto.
martes, 28 de junio de 2011
lunes, 27 de junio de 2011
domingo, 26 de junio de 2011
sábado, 25 de junio de 2011
viernes, 24 de junio de 2011
jueves, 23 de junio de 2011
miércoles, 22 de junio de 2011
martes, 21 de junio de 2011
domingo, 19 de junio de 2011
sábado, 11 de junio de 2011
jueves, 9 de junio de 2011
Stato Nascente:
reflexiones sobre el movimiento 15M
(II)
“No siendo ya el portavoz de la Nación
ni el defensor del Pueblo,
el Estado ya no nos habla,
o más bien ya no nos habla de la Nación
y de su Pueblo, su razón de ser,
sino de sí mismo.
El medio ha suplantado al fin”
(Regis Debray, “El Estado Seductor”)
“Inventar la tierra prometida a medida que avanzamos”
(André Gorz)
“El 66% de los españoles declara simpatizante del 15M;
una inmensa mayoría (81%) considera que los “indignados” tienen razón,
solo el 9% dice que carecen de argumentos.
El 84% añade que el Movimiento trata de problemas
que afectan directamente a los ciudadanos.”
(Encuesta de Metroscopia, junio, 2011)
En la reflexión anterior nos preguntábamos si el Movimiento 15M podría derivar hacia transformarse en un movimiento antisistémico maduro y con reivindicaciones clasistas, un auténtico Contrapoder que sea en potencia el origen de un nuevo Poder constituyente, el inicio de una era democrática real y participativa. Tratamos de enumerar algunos elementos vitales que lo definirían, en este estado naciente, como enfrentado al “sistema”, tal como denominan sus integrantes al régimen actual. Aquí “sistema” es el complejo capital-parlamentario español, una democracia opaca, tecnocrática, unilateral, muy restringida (tanto que podemos hablar de una tendencia hacia una suerte de Totalitarismo invertido) tal como se despliega institucionalmente teniendo como fundamento la Constitución de 1978 y la ideología neoliberal más extrema en Europa. Otros elementos esenciales que podemos encontrar en el 15M serían los siguientes:
La respuesta del adversario, del “enemigo”, globalmente el sistema, es un indicador extremadamente importante del significado del Movimiento: Pretender que hombres que durante siglos han gozado de toda la libertad para dominarnos, robarnos y oprimirnos impunemente, se decidan ahora y de buen grado a ser simplemente nuestros “iguales”, es el colmo de la locura, señalaba Jean Paul Marat en los días iniciales a la Gran Revolución francesa. El Movimiento es una enorme amenaza al sistema y los que lo integran o simpatizan con él (amplia mayoría a lo largo de toda España) pueden entender su importancia histórica e identidad de una manera indirecta pero muy objetiva: en la dialéctica del reconocimiento que le hace el Poder, en la forma en que se percibe en los círculos dominantes y el tratamiento en el media framing. Después del domingo 15 de mayo al unísono se ha trazado una línea divisoria profunda entre el bloque hegemónico de la burguesía española y esta nueva autonomía, esta área liberada: todos los “partidos de estado” (nacionales y autonómicos, salvo Izquierda Unida, Bildu, Compromís, Revolta Global y poco más), más el complejo mediático industrial y los intelectuales orgánicos, han primero ignorado al 15M, luego censurado, luego intentar seducirlo y domesticarlo. La Nueva Clase se han permitido el cinismo de decir que ellos también compartían el sentimiento de los rebeldes y se sentían igualmente indignados, incluso La portavoz y diputada de Unión, Progreso y Democracia asegura que ciertas reivindicaciones del 15M coinciden con el manifiesto fundacional de UpyD. Incluso el divulgador Eduardo Punset, exfuncionario del “Sistema” y de notoria militancia neoliberal, al grito de “No pareís!” ha comparado al Movimiento ¡con la Ruta de la Seda de hace 2.000 años! Si esto ya no funciona, vista su integridad ideológica-organizativa y su influencia creciente de masas, se ha intentado una campaña de o bien ridiculización (perrosfalutas, magufos, drogadictos, etc.) o directamente de difamación terrorista: “quiebre del Estado de Derecho!” clama el revisionista Pío Moa exigiendo represión dura e incondicional, otros neoconservadores con cinismo y pasión declaran no entender el reclamo y que la única democracia es la “formal” (el denostado y corrupto “sistema”, ergo: la democracia corporativista), incluso se escucha decir a la mejor manera de Orwell que ya hay “democracia real”, como afirma un operador político y ministro socialista. Los une el pavor. Todos buscan un único fin: directamente o indirectamente sofocar y reprimir lo que ven como la mayor amenaza al “Capital-Parlamentarismo” desde la famosa y mitificada Transición española. En su afianzamiento existe un gran peligro en que el 15M pueda ser unidimensionalizado, “cooptado”, domesticado o reconducido a reducir su impulso de emancipación social a un reformismo que no saque los pies del plato. Los intelectuales orgánicos, generalmente en sagradas columnas semanales en los medios tradicionales, como Rosa Montero, ya se “cansan” del Movimiento, son “cantamañanas”(sic) que aparte pueden ser peligrosamente “colonizados” por la izquierda, por los rojos de siempre. O el gurú Daniel Innerarity (miembro de un Think-Thank del Neoliberalismo, llamado enigmáticamente “Instituto de Gobernanza Democrática”), que simpáticamente reduce todo con una lapidaria frase: “Indignarse no es suficiente: hay que ser más inteligente.” O el líder político de la burguesía catalana, actual presidente de la Generalitat de Cataluña, don Artur Mas, que pregunta “¿es admisible en una sociedad democrática que determinados grupos ocupen sistemáticamente el espacio público y lo hagan suyo?” Incluso el padre del Neoliberalismo en Europa, el cínico-laborista Tony Blair, ha declarado que “hay que escuchar al Movimiento pero no dejar que te gobiernen”. Lo ideal para Blair parece ser volver al añoso Parliament del absolutismo francés… Para esta Inteligentsia orwelliana el Movimiento 15M debería transformarse o bien en un grupo de opinión o bien en un pulcro y simpático partido político más del “Capital-Parlamentarismo” y punto. El gattopardismo es una de las formas de “lubricar” al “Sistema” y mantener su duración e inercia hacia el futuro. Ladran Sancho, cabalgamos… Se trata que se frustre el “Estado naciente” en tanto movimiento social y hacerlo retroceder hacía el viejo juego político, retrotraerlo en lo posible al 14 de mayo. El Media framing del sistema, su complejo de medios de agitación/propaganda/persuasión, al mejor estilo 1984 ha intentado una operación de resignificación reaccionaria siguiendo algunos puntos básicos que queremos señalar:
1) Trivialización: “infantilizar” la importancia social del Movimiento (enfocando en aspectos “accidentales” de las acampadas, giros del lenguaje, ropas, huertos ecológicos, taller de chakras, etc.); otro componente accesorio es visto el carácter inmaduro y caótico de sus exigencias, se trata de reconducirlas a la tradicional agenda política del propio sistema, reconfigurar las demandas en puntos cosméticos bajo la distinción de un cierto cientificismo (a través de “expertos” académicos, profesores universitarios y otros especialistas “responsables”); así, por ejemplo el diario Público señala que “muchas de las propuestas de ‘Democracia Real Ya!’ y de los indignados se aplican ya en otros países desde hace años o coinciden con sugerencias de expertos y del mundo académico se aplican ya en otros países desde hace años o coinciden con sugerencias de expertos y del mundo académico”, o sea: nada nuevo bajo la Puerta del Sol, para a continuación expurgar las demandas clasistas y antisistémicas originales del 15M por una batería de pequeñas reformas políticas re-interpretadas y traducidas para poder ser integradas sin conmoción en el régimen actual;
2) Polarización: enfatizando contrademostraciones e igualando algunos aspectos del 15M con otros grupos extremistas extraparlamentarios (Falange, etc.) o incluso como una forma débil de hooliganismo; 3) Marginalización: mostrando la “desviación” a la normalidad del Movimiento, su poca representatividad, su configuración en tanto “ghetto”, enfatizando, por ejemplo, la presencia de minorías desarraigadas y fracasadas según los tópicos, como anarquistas, hippies, punkies, okupas, etc.;
4) Desacreditación: ya sea minimizando el número de participantes, reduciendo el problema a un malestar cultural generacional (disolviendo lo político en una patología), a un problema colectivo religioso (como decía el presidente de la Conferencia Episcopal española, Antonio María Rouco Varela, “los problemas de los jóvenes del 15M tienen que ver con el trabajo, pero sobre todo con lo más profundo, con su alma, con su corazón”), destacando sus diferencias internas y cuestionar la total ineficacia de las decisiones colectivas del Movimiento;
5) Deslegitimación: a través de la retórica cínica-autoritaria, usando por ejemplo comillas para calificarlos o para definir sus acciones (“las setas” en el caso de la acampada de Sevilla, “chabolismo del Sol”, “favelismo en el siglo XXI”, “chinches, drogas y sexo en vivo”, “campamento de gitanos”, “foco infeccioso y lujurioso”, etc.);
6) Hiperfocalización: se pone considerable énfasis en los que se oponen radicalmente al Movimiento, especialmente de personas de autoridad nacional (intelectuales orgánicos y burócratas) o figuras del gobierno y la oposición oficial, o incluso europea;
7) Maccarthismo: intentando relacionar al Movimiento con el fantasma del Comunismo o con grupos terroristas étnicos como ETA.
8) Reduccionismo: se deflacionan sus demandas y objetivos, reconduciéndoles a un malestar cultural o moral (“indignados”, etc.).
El Movimiento ha revelado el Totalitarismo invertido de la Europa neoliberal: No nos extrañemos que el Media framing del sistema terminen hablando de “métodos fascistas” o incluso clasificando y estigmatizando al 15M como un movimiento “fascista de izquierda” (Linksfaschismus, una nefasta categoría creada por el famoso sociólogo socialdemócrata Jürgen Habermas para definir al movimiento estudiantil extraparlamentario de izquierda de 1968). Ya vemos esta idea danzando por la televisión y las inefables tertulias de especialistas. La lucha ideológica del Movimiento pasa hoy, como una aspecto crucial, en deconstruir este reaccionario “paradigma de la protesta” que ha montado los medios nacionales de persuasión del “Capital-parlamentarismo”, pero al mismo tiempo en ellos podemos ver de manera invertida la envergadura histórica del Movimiento. Y el enemigo principal en este primer combate por la construcción ideológica auténtica a nivel nacional de la rebelión social, de su significación y objetivos, el objeto de crítica deber ser el motor inmóvil de esta operación de agitprop contrarrevolucionaria del sistema, lo que llamaremos “Tolerancia represiva”. Se trata del llamado Authoritarianism With a Friendly Face, autoritarismo con cara amigable, el reverso lógico del Capital-parlamentarismo. Todos los movimientos sociales modernos, desde 1968 en adelante, debieron trabajar para sobrevivir y mantener su vida organizativa en hacer una constante y efectiva contracomunciación para derrocar esta falsa objetividad de los Mass Media. Tarea mucho más simple, económicamente accesible y democrática gracias a las nuevas tecnologías y las redes sociales. ¿El sistema vive gracias a la Tolerancia represiva? Por supuesto. La tolerancia que era el gran logro mitológico de la era liberal (la salida más racional a la guerra de religiones del siglo XVI) todavía es profesada y (con grandes atenuaciones) practicada, mientras que el proceso económico y político está sometido a una omnipresente y efectiva administración/dominio de acuerdo con los intereses cada vez más concentrados y transnacionales. El resultado es una objetiva contradicción entre la estructura económica y política por un lado, y la teoría y la práctica de la tolerancia por otro, que se traduce en una friendly Fascism, un Fascismo débil, amigable, de baja intensidad, que implica una renuncia “voluntaria” de los ciudadanos a sus derechos básicos y fundamentales. No creamos que los fascistas modernos serán como Hitler o Mussolini, ni usarán cuerpos militares de uniforme marrón o símbolos del Imperio romano. Los tiranos despóticos e insensibles del Big Business de hoy son tan proclives a usar la violencia directa y bruta, pero lo hacen con mayor eficacia y complejidad que los fascistas de antaño —con más alta tecnología, sofisticación ideológica y costos más bajos. Son más guapos, seductores, tienen los mejores políticos y tribunos conformados a esta altura como una Nueva Clase, celebridades y mecanismos de control que se puedan comprar sin problemas. La soberanía política popular es ahora mera soberanía económica de las grandes empresas y corporaciones financieras. La Libertad como tal se despolitiza de contenido: la obligación del ciudadano se reduce a consumir y ser “descarga” de mercancías. Y todo ello desemboca en una autoritaria Democratic Machinery, una Democracy Inc. (Sheldon Wolin), como la califica con precisión una consigna del 15M “eso que llaman Democracia no lo es”, para que sea todavía más funcional a sus estrechos intereses sectoriales y corporativos. La “tolerancia represiva” del Capital-parlamentarismo español funciona en tanto una suerte de Totalitarismo invertido: en contraste con el Totalitarismo clásico, que eran movimientos de ruptura que intentaban conquistar el Estado para comandar la economía y movilizar a la sociedad, esta tendencia del capital globalizado es sólo en parte un epifenómeno ligado al Estado. En primer lugar representa la mayoría de edad política del poder corporativo del capital (en términos marxianos: la subsunción real del trabajo al capital) y la desmovilización de la figura clásica del ciudadano. A diferencia de las formas clásicas de Totalitarismo (ya sea Fascismo o Nacionalsocialismo, o incluso las variantes portuguesas, rumanas y españolas), que abiertamente se jactaban de su intención de obligar a sus sociedades en una totalidad preconcebida, el Totalitarismo invertido no está expresamente concebido como una ideología o objetivado en las políticas públicas. Los regímenes totalitarios del pasado fueron impulsados por movimientos revolucionarios extraparlamentarios cuyo objetivo era capturar, reconstituir y monopolizar el Poder del Estado. El Estado fue concebido como el principal centro de Poder, proporcionando la presión necesaria para la movilización, nivelación y la reconstrucción de la sociedad. Iglesias, universidades, sindicatos, organizaciones empresariales, medios de comunicación y de opinión, y las instituciones culturales fueron tomadas por el gobierno o neutralizados o suprimidos. En contraste, el Totalitarismo invertido, aparte de ganar en la explotación de la autoridad política y los recursos del Estado, su dinámica se retroalimenta mediante la combinación con otras formas de energía, como la evolución del estado de partidos, y en particular mediante el fomento de una relación simbiótica entre el gobierno tradicional y el sistema de "privado" gobierno representado por la corporación empresarial moderna (que incluye la banca). El resultado no es un sistema de cogestión de los socios iguales que conservan sus propias identidades, sino más bien un sistema que representa la política de mayoría de edad del poder corporativo y su hegemonía más allá de los ciclos políticos. Se genera nuevo tipo de sistema político, que podemos llamar “Capital-Parlamentario”, al parecer conducido por un resumen concentrado de Poderes abstractos-totalizantes (al mejor estilo de la distopía El Talón de Hierro de Jack London), ya no regidos por formas de dominio personal (como podrían ser formas cesaristas o bonapartistas), la que consigue mediante el fomento de la separación política en lugar de la movilización de masas (como lo hacen los populismos), que se basa más en lo “privado” (servidumbre voluntaria inducida por la reproducción ideológica). En el Totalitarismo clásico la conquista del Poder y su evolución hacia un estado total no fue el resultado de una fusión de las consecuencias no deseadas por las contradicciones burguesas, sino que era el objetivo consciente de los líderes de un movimiento político (ya sea el Partito Nazionale Fascista de Mussolini o el Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei de Hitler). Las dictaduras más poderosas del siglo XX fueron muy de corte cesarista, extremadamente personales y carismáticas, no sólo en el sentido de que cada uno tenía un líder dominante único e irremplazable, incluso cada sistema fue la creación particular de un Führer que era un hombre hecho a sí mismo desde la base. Mussolini, Stalin y Hitler no se limitaron a inventar sus personajes, sus públicos dramatis personae, sino que ellos literalmente construyeron las organizaciones de sus respectivas dictaduras. Cada sistema era inseparable de su Führer o Duce. El Totalitarismo invertido de las democracias neoliberales como la española sigue un curso totalmente distinto: el Leader momentáneo (ya sea Zapatero, Sarkozy o Blair) no es el arquitecto ex nihilo del sistema, sino su producto acabado. Son los hijos dóciles de los nuevos privilegios, de las conexiones aceitadas con las corporaciones, la Bolsa y la banca, constructores de redes directas de relaciones públicas entre ellas y los propagandistas de los partidos principales. El sistema es totalmente independiente y autónomo de cualquier líder particular, no requiere de ningún tipo de carisma ni aura de caudillo, su modelo es el Head de las grandes empresas corporativas, el CEO, el Chief Executive Officer pero bajo vestiduras políticas, que ahora es el representante de la corporación pública. Que nos quede claro que el totalitarismo invertido no es un complot del group Bilderberg, ni del círculo de Davos, ni tiene Mein Kampf como inspiración: es el reaccionario e involutivo resultado sociohistórico condicionado a que llega el capitalismo europeo (y mundial) por la propia resistencia del Trabajo a la nueva lógica de acumulación. Y este sistema, denunciado por el Movimiento, se traduce en una nueva forma conservadora de Estado, en un novísimo Étatisme corporativo. La alterada estructura social tiende a debilitar la efectividad de la tolerancia liberal clásica hacia los movimientos de disidencia y oposición como el 15M y a dar apoyo a las fuerzas conservadoras y reaccionarias, invertir los flujos hacia las formas de totalitarismo inverso y de despolitización controlada. La igualdad de tolerancia resulta abstracta, falsa, ya que es una reproducción política de la filosofía de la organización de las grandes corporaciones. Con el actual declinar de las fuerzas críticas y disidentes, la oposición queda aislada en pequeños grupos frecuentemente antagónicos que aún donde son tolerados dentro de estrechos límites establecidos por la estructura jerárquica de la sociedad, resultan impotentes dentro de estos límites. Pero la tolerancia que se exhibe hacia ellos es engañosa ya que promueve la coordinación autoritaria, siempre ligada a las exigencias de los fantasmagóricos “mercados”. Y sobre los firmes fundamentos de una sociedad coordinada en conjunto pero cerrada contra el cambio cualitativo, la tolerancia misma sirve para contener tal cambio más que para promoverlo. El Movimiento 15M lo está sufriendo en carne propia.
La candente cuestión de espontaneidad versus organización: contra la desconfianza de sectores de la izquierda institucional, debemos señalar algo que es contraintuitivo: el Movimiento 15M nada tiene de “espontáneo”. Es una larga marcha, un quiebre de época, que es en el fondo una profunda crisis de legitimación de los regímenes capital-parlamentarios que se han ido configurando en Europa a través de la unión económica y financiera, y en el intento de fijar los dogmas neoliberales con la Constitución Europea, su cobertura legal parcialmente fallida. De acuerdo al objetivo Eurobarómetro, un escuálido 35% de los europeos (que fluctúa de un 40% en Alemania a un 28% en Gran Bretaña) confiaban en sus gobiernos “representativos” nacionales, es decir: la mayoría de los ciudadanos de la Europa del siglo XXI desconfían, ignoran o incluso odian a sus sistemas políticos neoliberales. Ni hablemos de la baja participación en las escenificaciones nacionales, que no superan el 60% de los electores. El 15M es una resultante española (uno de los eslabones débiles de la cadena capitalista que gira en torno a Alemania y Francia) de una gran ola social de desilusión, frustración y sensación de injusticia que socava la legitimación capitalparlamentaria en Europa, poniendo en cuestión el sistema de dominio capitalista del nuevo siglo. Hemos pasado del triunfal “Fin de la Historia” (tal como lo definieron con soberbia intelectual Fukuyama y Harrington) y el imperialismo unánime de las formas neoliberales de gobierno después del derrumbe de la URSS, a su degradación, descrédito y derrumbe. El Movimiento 15M marca el punto de pasaje de la “erosión” de las formas neoliberales de dominio en Europa a su posible colapso, trastocamiento y transformación en una nueva democracia constituyente y real. Por ello cuando se utiliza la palabra “espontáneo” (generalmente en contexto peyorativo) hay que tomarla con mucho cuidado: la fuerte iniciativa de masas del 15M, con formas nuevas y múltiples de lucha que van más allá de las reglas de juego del “Capital-parlamentarismo”. Es decir: el 15M exhibe una capacidad espontánea de dirigir la acción contra los aspectos fundamentales (y lo subrayo) de la valorización y reproducción del sistema, y en última instancia, contra el núcleo mismo del “sistema” y su tendencia hacia el Totalitarismo inverso. Una capacidad que contrasta escandalosamente con las políticas reformistas de mero acompañamiento del plan del Capital de las organizaciones tradicionales del movimiento obrero español. Esta “espontaneidad”, en realidad se trata de formas bajas o primarias de organización que desembocaron en el domingo 15 de mayo, es una réplica enérgica al diseño capitalista de la crisis y su intento de pasar a una forma “superior” de acumulación, formas que no pueden ser completamente absorbidas y manipuladas por la acción reformista de una programación democrática-liberal, ni recicladas en el mecanismo bipartidista. Por eso el 15M como Stato nascente, como estado naciente de un movimiento antisistémico, tiene como aspecto fundamental el ser un embrión de consciencia, de por sí todavía insuficiente para sostener una lucha en forma política y organizada adecuada al actual grado de desarrollo y de organización del capitalismo español. Y se repite consideraciones que aparecen a lo largo de la Historia: cuanto más grande es el movimiento espontáneo de las masas, cuanto más extendido es este movimiento, tanto más aumenta, en modo incomparablemente rápido, la necesidad de más y más conciencia en la actividad teórica, política y organizativa.
La forma y el modo en que los actores individuales definen su propia acción. El modo de autocomprensión y autoconciencia, la conciencia para-sí de los participantes, inmediatos o mediatos. En particular el modo en que se identifican a sí mismos, al adversario y a la lucha en desarrollo. La larga marcha de un movimiento social reivindicativo o político hacia uno antisistémico se podría sintetizar, en cuanto a su objetivo o meta, como de contenido simbólico cada vez más creciente y una divisibilidad decreciente en sus metas. El objetivo del movimiento, un ejemplo sería el “Cambiemos la Ley Electoral!”, se transforma directamente en la propia identidad de los actores. A su vez la indivisibilidad creciente de la meta final (“Democracia Real”) genera la idea que la victoria de uno de los bandos es la derrota total, física y moral, del otro. Los movimientos sociales son así. Gigantes sin cabeza, mobys dicks que arrastran arpones, herida antiguas y botes de inocentes. Amorfos, amorales, caóticos, informes: dice un indignado que “nos encontramos con un movimiento asambleario, sin líderes, a un grupo de gente variopinta, con ilusión por cambiar las cosas”. Llenos de exigencias dispares que se reflejan en los llamados murales de las indignaciones (recuerden los Cahiers, los cuadernos de quejas antes de estallar la gran Revolución Francesa en 1789) de cualquier origen social. Porque deberíamos preguntarnos: ¿de qué relaciones sociales surge esta “gente variopinta”? ¿de qué origen social son las personas que se manifiestan o simpatizan con el Movimiento 15M? ¿Cuál es su composición social? El primer componente dinámico es la generación de jóvenes estudiantes y desempleados, muchos hijos de la clase media empobrecida o de la antigua aristocracia obrera, afectados por la transformación del núcleo central y mayoritario del trabajo asalariado en España y las posibles transformaciones postfordistas que encara el Capital-parlamentarismo para salir de la crisis con una nueva acumulación. Un segundo elemento de masas que fue confluyendo (aunque no se encontraba en el magma del estado inicial) realizando una alianza implícita, inédita y concreta es la de sectores de asalariados precarios urbanos, muchos empleados en servicios (incluso inmigrantes), además de asalariados muy precarios (los falsos autónomos de segunda generación), incluso pensionistas de origen obrero, y cada vez más sectores de la clase media baja a medida que el Movimiento crece, madura y se extiende. Energía segmentada, ebullición de universos de clase, reclamos de franjas y desclasados. Lo llamamos “Stato Nascente”: no hay liderazgos reconocidos, sin programa vertebrador ortodoxo en sus inicios, sin metas al mediano plazo. Lo quieren todo ahora. No importa aquí el “input” sino el “output”. Fenómeno eminentemente urbano, sansculottiere, inmaduro y como tal imprevisible, significa: estallido espontáneo de masas urbanas desesperadas y exasperadas; levantamiento bien recibido por amplios sectores transversales de la sociedad española; sin participación central de ningún partido de la izquierda institucional o de la izquierda pre-existente, ni de los sindicatos centrales, que no esperaban una acción colectiva histórica y que quedaron, en un primer momento, paralizados; actos espontáneos de creación de poderes duales horizontales, sin dirección centralizada y apartidista; embriones de Poder dual que nunca pretendieron conquistar el poder gubernamental; fundamentos prácticos y fortuitos que producen que exista, durante algún tiempo, una dualidad de Poder; vanguardia más consciente en los centros urbanos, sobre todo en la capital política. Como decía el viejo Hegel, no puede haber dos poderes en el Estado, dos fuentes de soberanía. La revolución nunca es un concierto a cuatro manos. Los esbozos de órganos de debate, consulta y asamblea permanente que se multiplican desde ahora hacia los barrios de la capital y de las principales ciudades, no nos debe quedar duda alguna, fueron creados y fundados por las capas populares de la sociedad, de una manera totalmente revolucionaria, semiinsurreccional, fuera del corset autoritario de las leyes constitucionales, las reglamentaciones municipales y los canales formales o jurídicos del sistema político dominante. El Movimiento 15M está creando “Derecho”, de una manera constituyente y legítima. Un Poder cuyo fundamento es, no una ley previamente discutida y aprobada en una comisión del Congreso por elegantes burócratas profesionales de una casta privilegiada, sino una iniciativa directa de las masas populares urbanas desde abajo, la irrupción de un Poder Constituyente en las calles, una usurpación directa a la burguesía española, la demolición de los fundamentos del Totalitarismo inverso, una prefiguración y esbozo de los que podría ser una verdadera Democracia real, popular radical, una República Social. Son un producto único y exclusivo, tanto en forma como en contenido, de la creatividad popular primitiva e instintiva, atroz exhibición de la acción autónoma e independiente del Pueblo concreto cuando se decide actuar en la Historia. Hay que señalar una máxima: que el error más grande que podemos cometer es mirar demasiado hacia atrás, hacia las revoluciones del pasado, mientras la vida de las masas nos ofrece toda una larga serie de elementos nuevos, fascinantes, que desarman el escenario histórico.
miércoles, 8 de junio de 2011
Stato Nascente:
reflexiones sobre el movimiento 15M
(II)
“No siendo ya el portavoz de la Nación
ni el defensor del Pueblo,
el Estado ya no nos habla,
o más bien ya no nos habla de la Nación
y de su Pueblo, su razón de ser,
sino de sí mismo.
El medio ha suplantado al fin”
(Regis Debray, “El Estado Seductor”)
“Inventar la tierra prometida a medida que avanzamos”
(André Gorz)
“El 66% de los españoles declara simpatizante del 15M;
una inmensa mayoría (81%) considera que los “indignados” tienen razón,
solo el 9% dice que carecen de argumentos.
El 84% añade que el Movimiento trata de problemas
que afectan directamente a los ciudadanos.”
(Encuesta de Metroscopia, junio, 2011)
En la reflexión anterior nos preguntábamos si el Movimiento 15M podría derivar hacia transformarse en un movimiento antisistémico maduro y con reivindicaciones clasistas, un auténtico Contrapoder que sea en potencia el origen de un nuevo Poder constituyente, el inicio de una era democrática real y participativa. Tratamos de enumerar algunos elementos vitales que lo definirían, en este estado naciente, como enfrentado al “sistema”, tal como denominan sus integrantes al régimen actual. Aquí “sistema” es el complejo capital-parlamentario español, una democracia opaca, tecnocrática, unilateral, muy restringida (tanto que podemos hablar de una tendencia hacia una suerte de Totalitarismo invertido) tal como se despliega institucionalmente teniendo como fundamento la Constitución de 1978 y la ideología neoliberal más extrema en Europa. Otros elementos esenciales que podemos encontrar en el 15M serían los siguientes:
La respuesta del adversario, del “enemigo”, globalmente el sistema, es un indicador extremadamente importante del significado del Movimiento: Pretender que hombres que durante siglos han gozado de toda la libertad para dominarnos, robarnos y oprimirnos impunemente, se decidan ahora y de buen grado a ser simplemente nuestros “iguales”, es el colmo de la locura, señalaba Jean Paul Marat en los días iniciales a la Gran Revolución francesa. El Movimiento es una enorme amenaza al sistema y los que lo integran o simpatizan con él (amplia mayoría a lo largo de toda España) pueden entender su importancia histórica e identidad de una manera indirecta pero muy objetiva: en la dialéctica del reconocimiento que le hace el Poder, en la forma en que se percibe en los círculos dominantes y el tratamiento en el media framing. Después del domingo 15 de mayo al unísono se ha trazado una línea divisoria profunda entre el bloque hegemónico de la burguesía española y esta nueva autonomía, esta área liberada: todos los “partidos de estado” (nacionales y autonómicos, salvo Izquierda Unida, Bildu, Compromís, Revolta Global y poco más), más el complejo mediático industrial y los intelectuales orgánicos, han primero ignorado al 15M, luego censurado, luego intentar seducirlo y domesticarlo. La Nueva Clase se han permitido el cinismo de decir que ellos también compartían el sentimiento de los rebeldes y se sentían igualmente indignados, incluso La portavoz y diputada de Unión, Progreso y Democracia asegura que ciertas reivindicaciones del 15M coinciden con el manifiesto fundacional de UpyD. Incluso el divulgador Eduardo Punset, exfuncionario del “Sistema” y de notoria militancia neoliberal, al grito de “No pareís!” ha comparado al Movimiento ¡con la Ruta de la Seda de hace 2.000 años! Si esto ya no funciona, vista su integridad ideológica-organizativa y su influencia creciente de masas, se ha intentado una campaña de o bien ridiculización (perrosfalutas, magufos, drogadictos, etc.) o directamente de difamación terrorista: “quiebre del Estado de Derecho!” clama el revisionista Pío Moa exigiendo represión dura e incondicional, otros neoconservadores con cinismo y pasión declaran no entender el reclamo y que la única democracia es la “formal” (el denostado y corrupto “sistema”, ergo: la democracia corporativista), incluso se escucha decir a la mejor manera de Orwell que ya hay “democracia real”, como afirma un operador político y ministro socialista. Los une el pavor. Todos buscan un único fin: directamente o indirectamente sofocar y reprimir lo que ven como la mayor amenaza al “Capital-Parlamentarismo” desde la famosa y mitificada Transición española. En su afianzamiento existe un gran peligro en que el 15M pueda ser unidimensionalizado, “cooptado”, domesticado o reconducido a reducir su impulso de emancipación social a un reformismo que no saque los pies del plato. Los intelectuales orgánicos, generalmente en sagradas columnas semanales en los medios tradicionales, como Rosa Montero, ya se “cansan” del Movimiento, son “cantamañanas”(sic) que aparte pueden ser peligrosamente “colonizados” por la izquierda, por los rojos de siempre. O el gurú Daniel Innerarity (miembro de un Think-Thank del Neoliberalismo, llamado enigmáticamente “Instituto de Gobernanza Democrática”), que simpáticamente reduce todo con una lapidaria frase: “Indignarse no es suficiente: hay que ser más inteligente.” O el líder político de la burguesía catalana, actual presidente de la Generalitat de Cataluña, don Artur Mas, que pregunta “¿es admisible en una sociedad democrática que determinados grupos ocupen sistemáticamente el espacio público y lo hagan suyo?” Incluso el padre del Neoliberalismo en Europa, el cínico-laborista Tony Blair, ha declarado que “hay que escuchar al Movimiento pero no dejar que te gobiernen”. Lo ideal para Blair parece ser volver al añoso Parliament del absolutismo francés… Para esta Inteligentsia orwelliana el Movimiento 15M debería transformarse o bien en un grupo de opinión o bien en un pulcro y simpático partido político más del “Capital-Parlamentarismo” y punto. El gattopardismo es una de las formas de “lubricar” al “Sistema” y mantener su duración e inercia hacia el futuro. Ladran Sancho, cabalgamos… Se trata que se frustre el “Estado naciente” en tanto movimiento social y hacerlo retroceder hacía el viejo juego político, retrotraerlo en lo posible al 14 de mayo. El Media framing del sistema, su complejo de medios de agitación/propaganda/persuasión, al mejor estilo 1984 ha intentado una operación de resignificación reaccionaria siguiendo algunos puntos básicos que queremos señalar:
1) Trivialización: “infantilizar” la importancia social del Movimiento (enfocando en aspectos “accidentales” de las acampadas, giros del lenguaje, ropas, huertos ecológicos, taller de chakras, etc.); otro componente accesorio es visto el carácter inmaduro y caótico de sus exigencias, se trata de reconducirlas a la tradicional agenda política del propio sistema, reconfigurar las demandas en puntos cosméticos bajo la distinción de un cierto cientificismo (a través de “expertos” académicos, profesores universitarios y otros especialistas “responsables”); así, por ejemplo el diario Público señala que “muchas de las propuestas de ‘Democracia Real Ya!’ y de los indignados se aplican ya en otros países desde hace años o coinciden con sugerencias de expertos y del mundo académico se aplican ya en otros países desde hace años o coinciden con sugerencias de expertos y del mundo académico”, o sea: nada nuevo bajo la Puerta del Sol, para a continuación expurgar las demandas clasistas y antisistémicas originales del 15M por una batería de pequeñas reformas políticas re-interpretadas y traducidas para poder ser integradas sin conmoción en el régimen actual;
2) Polarización: enfatizando contrademostraciones e igualando algunos aspectos del 15M con otros grupos extremistas extraparlamentarios (Falange, etc.) o incluso como una forma débil de hooliganismo;
3) Marginalización: mostrando la “desviación” a la normalidad del Movimiento, su poca representatividad, su configuración en tanto “ghetto”, enfatizando, por ejemplo, la presencia de minorías desarraigadas y fracasadas según los tópicos, como anarquistas, hippies, punkies, okupas, etc.;
4) Desacreditación: ya sea minimizando el número de participantes, reduciendo el problema a un malestar cultural generacional (disolviendo lo político en una patología), a un problema colectivo religioso (como decía el presidente de la Conferencia Episcopal española, Antonio María Rouco Varela, “los problemas de los jóvenes del 15M tienen que ver con el trabajo, pero sobre todo con lo más profundo, con su alma, con su corazón”), destacando sus diferencias internas y cuestionar la total ineficacia de las decisiones colectivas del Movimiento;
5) Deslegitimación: a través de la retórica cínica-autoritaria, usando por ejemplo comillas para calificarlos o para definir sus acciones (“las setas” en el caso de la acampada de Sevilla, “chabolismo del Sol”, “favelismo en el siglo XXI”, “chinches, drogas y sexo en vivo”, “campamento de gitanos”, “foco infeccioso y lujurioso”, etc.);
6) Hiperfocalización: se pone considerable énfasis en los que se oponen radicalmente al Movimiento, especialmente de personas de autoridad nacional (intelectuales orgánicos y burócratas) o figuras del gobierno y la oposición oficial, o incluso europea;
7) Maccarthismo: intentando relacionar al Movimiento con el fantasma del Comunismo o con grupos terroristas étnicos como ETA.
8) Reduccionismo: se deflacionan sus demandas y objetivos, reconduciéndoles a un malestar cultural o moral (“indignados”, etc.).
El Movimiento ha revelado el Totalitarismo invertido de la Europa neoliberal: No nos extrañemos que el Media framing del sistema terminen hablando de “métodos fascistas” o incluso clasificando y estigmatizando al 15M como un movimiento “fascista de izquierda” (Linksfaschismus, una nefasta categoría creada por el famoso sociólogo socialdemócrata Jürgen Habermas para definir al movimiento estudiantil extraparlamentario de izquierda de 1968). Ya vemos esta idea danzando por la televisión y las inefables tertulias de especialistas. La lucha ideológica del Movimiento pasa hoy, como una aspecto crucial, en deconstruir este reaccionario “paradigma de la protesta” que ha montado los medios nacionales de persuasión del “Capital-parlamentarismo”, pero al mismo tiempo en ellos podemos ver de manera invertida la envergadura histórica del Movimiento. Y el enemigo principal en este primer combate por la construcción ideológica auténtica a nivel nacional de la rebelión social, de su significación y objetivos, el objeto de crítica deber ser el motor inmóvil de esta operación de agitprop contrarrevolucionaria del sistema, lo que llamaremos “Tolerancia represiva”. Se trata del llamado Authoritarianism With a Friendly Face, autoritarismo con cara amigable, el reverso lógico del Capital-parlamentarismo. Todos los movimientos sociales modernos, desde 1968 en adelante, debieron trabajar para sobrevivir y mantener su vida organizativa en hacer una constante y efectiva contracomunciación para derrocar esta falsa objetividad de los Mass Media. Tarea mucho más simple, económicamente accesible y democrática gracias a las nuevas tecnologías y las redes sociales. ¿El sistema vive gracias a la Tolerancia represiva? Por supuesto. La tolerancia que era el gran logro mitológico de la era liberal (la salida más racional a la guerra de religiones del siglo XVI) todavía es profesada y (con grandes atenuaciones) practicada, mientras que el proceso económico y político está sometido a una omnipresente y efectiva administración/dominio de acuerdo con los intereses cada vez más concentrados y transnacionales. El resultado es una objetiva contradicción entre la estructura económica y política por un lado, y la teoría y la práctica de la tolerancia por otro, que se traduce en una friendly Fascism, un Fascismo débil, amigable, de baja intensidad, que implica una renuncia “voluntaria” de los ciudadanos a sus derechos básicos y fundamentales. No creamos que los fascistas modernos serán como Hitler o Mussolini, ni usarán cuerpos militares de uniforme marrón o símbolos del Imperio romano. Los tiranos despóticos e insensibles del Big Business de hoy son tan proclives a usar la violencia directa y bruta, pero lo hacen con mayor eficacia y complejidad que los fascistas de antaño —con más alta tecnología, sofisticación ideológica y costos más bajos. Son más guapos, seductores, tienen los mejores políticos y tribunos conformados a esta altura como una Nueva Clase, celebridades y mecanismos de control que se puedan comprar sin problemas. La soberanía política popular es ahora mera soberanía económica de las grandes empresas y corporaciones financieras. La Libertad como tal se despolitiza de contenido: la obligación del ciudadano se reduce a consumir y ser “descarga” de mercancías. Y todo ello desemboca en una autoritaria Democratic Machinery, una Democracy Inc. (Sheldon Wolin), como la califica con precisión una consigna del 15M “eso que llaman Democracia no lo es”, para que sea todavía más funcional a sus estrechos intereses sectoriales y corporativos. La “tolerancia represiva” del Capital-parlamentarismo español funciona en tanto una suerte de Totalitarismo invertido: en contraste con el Totalitarismo clásico, que eran movimientos de ruptura que intentaban conquistar el Estado para comandar la economía y movilizar a la sociedad, esta tendencia del capital globalizado es sólo en parte un epifenómeno ligado al Estado. En primer lugar representa la mayoría de edad política del poder corporativo del capital (en términos marxianos: la subsunción real del trabajo al capital) y la desmovilización de la figura clásica del ciudadano. A diferencia de las formas clásicas de Totalitarismo (ya sea Fascismo o Nacionalsocialismo, o incluso las variantes portuguesas, rumanas y españolas), que abiertamente se jactaban de su intención de obligar a sus sociedades en una totalidad preconcebida, el Totalitarismo invertido no está expresamente concebido como una ideología o objetivado en las políticas públicas. Los regímenes totalitarios del pasado fueron impulsados por movimientos revolucionarios extraparlamentarios cuyo objetivo era capturar, reconstituir y monopolizar el Poder del Estado. El Estado fue concebido como el principal centro de Poder, proporcionando la presión necesaria para la movilización, nivelación y la reconstrucción de la sociedad. Iglesias, universidades, sindicatos, organizaciones empresariales, medios de comunicación y de opinión, y las instituciones culturales fueron tomadas por el gobierno o neutralizados o suprimidos. En contraste, el Totalitarismo invertido, aparte de ganar en la explotación de la autoridad política y los recursos del Estado, su dinámica se retroalimenta mediante la combinación con otras formas de energía, como la evolución del estado de partidos, y en particular mediante el fomento de una relación simbiótica entre el gobierno tradicional y el sistema de "privado" gobierno representado por la corporación empresarial moderna (que incluye la banca). El resultado no es un sistema de cogestión de los socios iguales que conservan sus propias identidades, sino más bien un sistema que representa la política de mayoría de edad del poder corporativo y su hegemonía más allá de los ciclos políticos. Se genera nuevo tipo de sistema político, que podemos llamar “Capital-Parlamentario”, al parecer conducido por un resumen concentrado de Poderes abstractos-totalizantes (al mejor estilo de la distopía El Talón de Hierro de Jack London), ya no regidos por formas de dominio personal (como podrían ser formas cesaristas o bonapartistas), la que consigue mediante el fomento de la separación política en lugar de la movilización de masas (como lo hacen los populismos), que se basa más en lo “privado” (servidumbre voluntaria inducida por la reproducción ideológica). En el Totalitarismo clásico la conquista del Poder y su evolución hacia un estado total no fue el resultado de una fusión de las consecuencias no deseadas por las contradicciones burguesas, sino que era el objetivo consciente de los líderes de un movimiento político (ya sea el Partito Nazionale Fascista de Mussolini o el Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei de Hitler). Las dictaduras más poderosas del siglo XX fueron muy de corte cesarista, extremadamente personales y carismáticas, no sólo en el sentido de que cada uno tenía un líder dominante único e irremplazable, incluso cada sistema fue la creación particular de un Führer que era un hombre hecho a sí mismo desde la base. Mussolini, Stalin y Hitler no se limitaron a inventar sus personajes, sus públicos dramatis personae, sino que ellos literalmente construyeron las organizaciones de sus respectivas dictaduras. Cada sistema era inseparable de su Führer o Duce. El Totalitarismo invertido de las democracias neoliberales como la española sigue un curso totalmente distinto: el Leader momentáneo (ya sea Zapatero, Sarkozy o Blair) no es el arquitecto ex nihilo del sistema, sino su producto acabado. Son los hijos dóciles de los nuevos privilegios, de las conexiones aceitadas con las corporaciones, la Bolsa y la banca, constructores de redes directas de relaciones públicas entre ellas y los propagandistas de los partidos principales. El sistema es totalmente independiente y autónomo de cualquier líder particular, no requiere de ningún tipo de carisma ni aura de caudillo, su modelo es el Head de las grandes empresas corporativas, el CEO, el Chief Executive Officer pero bajo vestiduras políticas, que ahora es el representante de la corporación pública. Que nos quede claro que el totalitarismo invertido no es un complot del group Bilderberg, ni del círculo de Davos, ni tiene Mein Kampf como inspiración: es el reaccionario e involutivo resultado sociohistórico condicionado a que llega el capitalismo europeo (y mundial) por la propia resistencia del Trabajo a la nueva lógica de acumulación. Y este sistema, denunciado por el Movimiento, se traduce en una nueva forma conservadora de Estado, en un novísimo Étatisme corporativo. La alterada estructura social tiende a debilitar la efectividad de la tolerancia liberal clásica hacia los movimientos de disidencia y oposición como el 15M y a dar apoyo a las fuerzas conservadoras y reaccionarias, invertir los flujos hacia las formas de totalitarismo inverso y de despolitización controlada. La igualdad de tolerancia resulta abstracta, falsa, ya que es una reproducción política de la filosofía de la organización de las grandes corporaciones. Con el actual declinar de las fuerzas críticas y disidentes, la oposición queda aislada en pequeños grupos frecuentemente antagónicos que aún donde son tolerados dentro de estrechos límites establecidos por la estructura jerárquica de la sociedad, resultan impotentes dentro de estos límites. Pero la tolerancia que se exhibe hacia ellos es engañosa ya que promueve la coordinación autoritaria, siempre ligada a las exigencias de los fantasmagóricos “mercados”. Y sobre los firmes fundamentos de una sociedad coordinada en conjunto pero cerrada contra el cambio cualitativo, la tolerancia misma sirve para contener tal cambio más que para promoverlo. El Movimiento 15M lo está sufriendo en carne propia.
La candente cuestión de espontaneidad versus organización: contra la desconfianza de sectores de la izquierda institucional, debemos señalar algo que es contraintuitivo: el Movimiento 15M nada tiene de “espontáneo”. Es una larga marcha, un quiebre de época, que es en el fondo una profunda crisis de legitimación de los regímenes capital-parlamentarios que se han ido configurando en Europa a través de la unión económica y financiera, y en el intento de fijar los dogmas neoliberales con la Constitución Europea, su cobertura legal parcialmente fallida. De acuerdo al objetivo Eurobarómetro, un escuálido 35% de los europeos (que fluctúa de un 40% en Alemania a un 28% en Gran Bretaña) confiaban en sus gobiernos “representativos” nacionales, es decir: la mayoría de los ciudadanos de la Europa del siglo XXI desconfían, ignoran o incluso odian a sus sistemas políticos neoliberales. Ni hablemos de la baja participación en las escenificaciones nacionales, que no superan el 60% de los electores. El 15M es una resultante española (uno de los eslabones débiles de la cadena capitalista que gira en torno a Alemania y Francia) de una gran ola social de desilusión, frustración y sensación de injusticia que socava la legitimación capitalparlamentaria en Europa, poniendo en cuestión el sistema de dominio capitalista del nuevo siglo. Hemos pasado del triunfal “Fin de la Historia” (tal como lo definieron con soberbia intelectual Fukuyama y Harrington) y el imperialismo unánime de las formas neoliberales de gobierno después del derrumbe de la URSS, a su degradación, descrédito y derrumbe. El Movimiento 15M marca el punto de pasaje de la “erosión” de las formas neoliberales de dominio en Europa a su posible colapso, trastocamiento y transformación en una nueva democracia constituyente y real. Por ello cuando se utiliza la palabra “espontáneo” (generalmente en contexto peyorativo) hay que tomarla con mucho cuidado: la fuerte iniciativa de masas del 15M, con formas nuevas y múltiples de lucha que van más allá de las reglas de juego del “Capital-parlamentarismo”. Es decir: el 15M exhibe una capacidad espontánea de dirigir la acción contra los aspectos fundamentales (y lo subrayo) de la valorización y reproducción del sistema, y en última instancia, contra el núcleo mismo del “sistema” y su tendencia hacia el Totalitarismo inverso. Una capacidad que contrasta escandalosamente con las políticas reformistas de mero acompañamiento del plan del Capital de las organizaciones tradicionales del movimiento obrero español. Esta “espontaneidad”, en realidad se trata de formas bajas o primarias de organización que desembocaron en el domingo 15 de mayo, es una réplica enérgica al diseño capitalista de la crisis y su intento de pasar a una forma “superior” de acumulación, formas que no pueden ser completamente absorbidas y manipuladas por la acción reformista de una programación democrática-liberal, ni recicladas en el mecanismo bipartidista. Por eso el 15M como Stato nascente, como estado naciente de un movimiento antisistémico, tiene como aspecto fundamental el ser un embrión de consciencia, de por sí todavía insuficiente para sostener una lucha en forma política y organizada adecuada al actual grado de desarrollo y de organización del capitalismo español. Y se repite consideraciones que aparecen a lo largo de la Historia: cuanto más grande es el movimiento espontáneo de las masas, cuanto más extendido es este movimiento, tanto más aumenta, en modo incomparablemente rápido, la necesidad de más y más conciencia en la actividad teórica, política y organizativa.
La forma y el modo en que los actores individuales definen su propia acción. El modo de autocomprensión y autoconciencia, la conciencia para-sí de los participantes, inmediatos o mediatos. En particular el modo en que se identifican a sí mismos, al adversario y a la lucha en desarrollo. La larga marcha de un movimiento social reivindicativo o político hacia uno antisistémico se podría sintetizar, en cuanto a su objetivo o meta, como de contenido simbólico cada vez más creciente y una divisibilidad decreciente en sus metas. El objetivo del movimiento, un ejemplo sería el “Cambiemos la Ley Electoral!”, se transforma directamente en la propia identidad de los actores. A su vez la indivisibilidad creciente de la meta final (“Democracia Real”) genera la idea que la victoria de uno de los bandos es la derrota total, física y moral, del otro. Los movimientos sociales son así. Gigantes sin cabeza, mobys dicks que arrastran arpones, herida antiguas y botes de inocentes. Amorfos, amorales, caóticos, informes: dice un indignado que “nos encontramos con un movimiento asambleario, sin líderes, a un grupo de gente variopinta, con ilusión por cambiar las cosas”. Llenos de exigencias dispares que se reflejan en los llamados murales de las indignaciones (recuerden los Cahiers, los cuadernos de quejas antes de estallar la gran Revolución Francesa en 1789) de cualquier origen social. Porque deberíamos preguntarnos: ¿de qué relaciones sociales surge esta “gente variopinta”? ¿de qué origen social son las personas que se manifiestan o simpatizan con el Movimiento 15M? ¿Cuál es su composición social? El primer componente dinámico es la generación de jóvenes estudiantes y desempleados, muchos hijos de la clase media empobrecida o de la antigua aristocracia obrera, afectados por la transformación del núcleo central y mayoritario del trabajo asalariado en España y las posibles transformaciones postfordistas que encara el Capital-parlamentarismo para salir de la crisis con una nueva acumulación. Un segundo elemento de masas que fue confluyendo (aunque no se encontraba en el magma del estado inicial) realizando una alianza implícita, inédita y concreta es la de sectores de asalariados precarios urbanos, muchos empleados en servicios (incluso inmigrantes), además de asalariados muy precarios (los falsos autónomos de segunda generación), incluso pensionistas de origen obrero, y cada vez más sectores de la clase media baja a medida que el Movimiento crece, madura y se extiende. Energía segmentada, ebullición de universos de clase, reclamos de franjas y desclasados. Lo llamamos “Stato Nascente”: no hay liderazgos reconocidos, sin programa vertebrador ortodoxo en sus inicios, sin metas al mediano plazo. Lo quieren todo ahora. No importa aquí el “input” sino el “output”. Fenómeno eminentemente urbano, sansculottiere, inmaduro y como tal imprevisible, significa: estallido espontáneo de masas urbanas desesperadas y exasperadas; levantamiento bien recibido por amplios sectores transversales de la sociedad española; sin participación central de ningún partido de la izquierda institucional o de la izquierda pre-existente, ni de los sindicatos centrales, que no esperaban una acción colectiva histórica y que quedaron, en un primer momento, paralizados; actos espontáneos de creación de poderes duales horizontales, sin dirección centralizada y apartidista; embriones de Poder dual que nunca pretendieron conquistar el poder gubernamental; fundamentos prácticos y fortuitos que producen que exista, durante algún tiempo, una dualidad de Poder; vanguardia más consciente en los centros urbanos, sobre todo en la capital política. Como decía el viejo Hegel, no puede haber dos poderes en el Estado, dos fuentes de soberanía. La revolución nunca es un concierto a cuatro manos. Los esbozos de órganos de debate, consulta y asamblea permanente que se multiplican desde ahora hacia los barrios de la capital y de las principales ciudades, no nos debe quedar duda alguna, fueron creados y fundados por las capas populares de la sociedad, de una manera totalmente revolucionaria, semiinsurreccional, fuera del corset autoritario de las leyes constitucionales, las reglamentaciones municipales y los canales formales o jurídicos del sistema político dominante. El Movimiento 15M está creando “Derecho”, de una manera constituyente y legítima. Un Poder cuyo fundamento es, no una ley previamente discutida y aprobada en una comisión del Congreso por elegantes burócratas profesionales de una casta privilegiada, sino una iniciativa directa de las masas populares urbanas desde abajo, la irrupción de un Poder Constituyente en las calles, una usurpación directa a la burguesía española, la demolición de los fundamentos del Totalitarismo inverso, una prefiguración y esbozo de los que podría ser una verdadera Democracia real, popular radical, una República Social. Son un producto único y exclusivo, tanto en forma como en contenido, de la creatividad popular primitiva e instintiva, atroz exhibición de la acción autónoma e independiente del Pueblo concreto cuando se decide actuar en la Historia. Hay que señalar una máxima: que el error más grande que podemos cometer es mirar demasiado hacia atrás, hacia las revoluciones del pasado, mientras la vida de las masas nos ofrece toda una larga serie de elementos nuevos, fascinantes, que desarman el escenario histórico.
Nicolás González Varela , Las Cabezas de San Juán , Sevilla
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