jueves, 30 de junio de 2011
miércoles, 29 de junio de 2011
Paul Krugman y el materialismo histórico por Rolando Astarita
Paul Krugman y el materialismo histórico

“Las condiciones económicas objetivas –no las audaces publicidades televisivas, los debates y otros hechos efímeros de la campaña cotidiana– son lo más importante para las perspectivas de reelección de un presidente en ejercicio del cargo”. En definitiva, la base de lo político es lo económico.
Pues bien, esto es lo que viene a sostener la tan rechazada teoría de la historia, de Marx y Engels. Las condiciones económicas objetivas son lo más importante. Por supuesto, podemos admitir que la cuestión está expresada de manera tosca, casi primitiva, por los profesores. Pero la esencia del asunto es clara.
¿Qué dice el materialismo histórico? Que lo económico tiene prioridad explicativa en los fenómenos sociales y políticos. Subrayo, prioridad explicativa. La concepción materialista de la historia, de Marx y Engels, no sostiene que los fenómenos políticos, culturales, etc., y su evolución, estén determinados mecánicamente por lo económico. Pero sí afirma que si quiero explicar lo político, cultural, institucional, etc., debo partir de las relaciones económicas. Para ponerlo con un ejemplo sencillo, la pintura holandesa del siglo XVII expresa la próspera sociedad burguesa de la época, y no al revés. Lo cual no significa que sea posible explicar los valores de esa magnífica pintura por lo económico.
Es claro que este criterio de Marx y Engels se opone a una larga tradición intelectual, que continúa al día de hoy. Así, por ejemplo, Hegel pensaba que el motor de la historia estaba en el progreso de la conciencia humana, que avanzaba hacia la conciencia de sí misma, y de su libertad. Weber creía que la historia de la humanidad consistía en el camino de la razón hacia su máximo desarrollo. Keynes terminaba su Teoría General diciendo que el mundo está gobernado por “las ideas de los economistas y los filósofos políticos”. Y lo mismo sostiene el propio Krugman, a pesar de lo que escribe en su artículo. Así, en sus libros de economía, recurre a la teoría subjetiva del valor, y a los “gustos y preferencias intertemporales”, para dar cuenta de los fenómenos económicos más generales.
En contraposición a estas ideas, la teoría de Marx y Engels sostiene que no son las condiciones espirituales, sino las condiciones materiales que encuentran los hombres, y el modo en que producen, las que permiten entender sus formas de pensar. El motor del desarrollo no es la batalla de la conciencia humana consigo misma, el movimiento lógico de las ideas, o el avance de la razón, sino la lucha de la especie humana por procurarse los medios de vida.
Volviendo entonces a la situación actual en EUA, el descontento de gran parte de la población con el gobierno tiene que ver con la crisis y sus consecuencias en términos de desocupación, polarización social, baja de salarios e inseguridad frente al futuro. Es que para pensar, para hacer la historia, para preocuparse por la política o por votar, los seres humanos deben encontrarse “en condiciones de poder vivir”. Ésta es la base terrenal de todo análisis, explican Marx y Engels en La ideología alemana. Por aquí hay que empezar a comprender. Tan simple, y profundo como esto.
martes, 28 de junio de 2011
lunes, 27 de junio de 2011
domingo, 26 de junio de 2011
sábado, 25 de junio de 2011
viernes, 24 de junio de 2011
jueves, 23 de junio de 2011
miércoles, 22 de junio de 2011
martes, 21 de junio de 2011
domingo, 19 de junio de 2011
sábado, 11 de junio de 2011
jueves, 9 de junio de 2011
Stato Nascente:
reflexiones sobre el movimiento 15M
(II)
“No siendo ya el portavoz de la Nación
ni el defensor del Pueblo,
el Estado ya no nos habla,
o más bien ya no nos habla de la Nación
y de su Pueblo, su razón de ser,
sino de sí mismo.
El medio ha suplantado al fin”
(Regis Debray, “El Estado Seductor”)
“Inventar la tierra prometida a medida que avanzamos”
(André Gorz)
“El 66% de los españoles declara simpatizante del 15M;
una inmensa mayoría (81%) considera que los “indignados” tienen razón,
solo el 9% dice que carecen de argumentos.
El 84% añade que el Movimiento trata de problemas
que afectan directamente a los ciudadanos.”
(Encuesta de Metroscopia, junio, 2011)
En la reflexión anterior nos preguntábamos si el Movimiento 15M podría derivar hacia transformarse en un movimiento antisistémico maduro y con reivindicaciones clasistas, un auténtico Contrapoder que sea en potencia el origen de un nuevo Poder constituyente, el inicio de una era democrática real y participativa. Tratamos de enumerar algunos elementos vitales que lo definirían, en este estado naciente, como enfrentado al “sistema”, tal como denominan sus integrantes al régimen actual. Aquí “sistema” es el complejo capital-parlamentario español, una democracia opaca, tecnocrática, unilateral, muy restringida (tanto que podemos hablar de una tendencia hacia una suerte de Totalitarismo invertido) tal como se despliega institucionalmente teniendo como fundamento la Constitución de 1978 y la ideología neoliberal más extrema en Europa. Otros elementos esenciales que podemos encontrar en el 15M serían los siguientes:
La respuesta del adversario, del “enemigo”, globalmente el sistema, es un indicador extremadamente importante del significado del Movimiento: Pretender que hombres que durante siglos han gozado de toda la libertad para dominarnos, robarnos y oprimirnos impunemente, se decidan ahora y de buen grado a ser simplemente nuestros “iguales”, es el colmo de la locura, señalaba Jean Paul Marat en los días iniciales a la Gran Revolución francesa. El Movimiento es una enorme amenaza al sistema y los que lo integran o simpatizan con él (amplia mayoría a lo largo de toda España) pueden entender su importancia histórica e identidad de una manera indirecta pero muy objetiva: en la dialéctica del reconocimiento que le hace el Poder, en la forma en que se percibe en los círculos dominantes y el tratamiento en el media framing. Después del domingo 15 de mayo al unísono se ha trazado una línea divisoria profunda entre el bloque hegemónico de la burguesía española y esta nueva autonomía, esta área liberada: todos los “partidos de estado” (nacionales y autonómicos, salvo Izquierda Unida, Bildu, Compromís, Revolta Global y poco más), más el complejo mediático industrial y los intelectuales orgánicos, han primero ignorado al 15M, luego censurado, luego intentar seducirlo y domesticarlo. La Nueva Clase se han permitido el cinismo de decir que ellos también compartían el sentimiento de los rebeldes y se sentían igualmente indignados, incluso La portavoz y diputada de Unión, Progreso y Democracia asegura que ciertas reivindicaciones del 15M coinciden con el manifiesto fundacional de UpyD. Incluso el divulgador Eduardo Punset, exfuncionario del “Sistema” y de notoria militancia neoliberal, al grito de “No pareís!” ha comparado al Movimiento ¡con la Ruta de la Seda de hace 2.000 años! Si esto ya no funciona, vista su integridad ideológica-organizativa y su influencia creciente de masas, se ha intentado una campaña de o bien ridiculización (perrosfalutas, magufos, drogadictos, etc.) o directamente de difamación terrorista: “quiebre del Estado de Derecho!” clama el revisionista Pío Moa exigiendo represión dura e incondicional, otros neoconservadores con cinismo y pasión declaran no entender el reclamo y que la única democracia es la “formal” (el denostado y corrupto “sistema”, ergo: la democracia corporativista), incluso se escucha decir a la mejor manera de Orwell que ya hay “democracia real”, como afirma un operador político y ministro socialista. Los une el pavor. Todos buscan un único fin: directamente o indirectamente sofocar y reprimir lo que ven como la mayor amenaza al “Capital-Parlamentarismo” desde la famosa y mitificada Transición española. En su afianzamiento existe un gran peligro en que el 15M pueda ser unidimensionalizado, “cooptado”, domesticado o reconducido a reducir su impulso de emancipación social a un reformismo que no saque los pies del plato. Los intelectuales orgánicos, generalmente en sagradas columnas semanales en los medios tradicionales, como Rosa Montero, ya se “cansan” del Movimiento, son “cantamañanas”(sic) que aparte pueden ser peligrosamente “colonizados” por la izquierda, por los rojos de siempre. O el gurú Daniel Innerarity (miembro de un Think-Thank del Neoliberalismo, llamado enigmáticamente “Instituto de Gobernanza Democrática”), que simpáticamente reduce todo con una lapidaria frase: “Indignarse no es suficiente: hay que ser más inteligente.” O el líder político de la burguesía catalana, actual presidente de la Generalitat de Cataluña, don Artur Mas, que pregunta “¿es admisible en una sociedad democrática que determinados grupos ocupen sistemáticamente el espacio público y lo hagan suyo?” Incluso el padre del Neoliberalismo en Europa, el cínico-laborista Tony Blair, ha declarado que “hay que escuchar al Movimiento pero no dejar que te gobiernen”. Lo ideal para Blair parece ser volver al añoso Parliament del absolutismo francés… Para esta Inteligentsia orwelliana el Movimiento 15M debería transformarse o bien en un grupo de opinión o bien en un pulcro y simpático partido político más del “Capital-Parlamentarismo” y punto. El gattopardismo es una de las formas de “lubricar” al “Sistema” y mantener su duración e inercia hacia el futuro. Ladran Sancho, cabalgamos… Se trata que se frustre el “Estado naciente” en tanto movimiento social y hacerlo retroceder hacía el viejo juego político, retrotraerlo en lo posible al 14 de mayo. El Media framing del sistema, su complejo de medios de agitación/propaganda/persuasión, al mejor estilo 1984 ha intentado una operación de resignificación reaccionaria siguiendo algunos puntos básicos que queremos señalar:
1) Trivialización: “infantilizar” la importancia social del Movimiento (enfocando en aspectos “accidentales” de las acampadas, giros del lenguaje, ropas, huertos ecológicos, taller de chakras, etc.); otro componente accesorio es visto el carácter inmaduro y caótico de sus exigencias, se trata de reconducirlas a la tradicional agenda política del propio sistema, reconfigurar las demandas en puntos cosméticos bajo la distinción de un cierto cientificismo (a través de “expertos” académicos, profesores universitarios y otros especialistas “responsables”); así, por ejemplo el diario Público señala que “muchas de las propuestas de ‘Democracia Real Ya!’ y de los indignados se aplican ya en otros países desde hace años o coinciden con sugerencias de expertos y del mundo académico se aplican ya en otros países desde hace años o coinciden con sugerencias de expertos y del mundo académico”, o sea: nada nuevo bajo la Puerta del Sol, para a continuación expurgar las demandas clasistas y antisistémicas originales del 15M por una batería de pequeñas reformas políticas re-interpretadas y traducidas para poder ser integradas sin conmoción en el régimen actual;
2) Polarización: enfatizando contrademostraciones e igualando algunos aspectos del 15M con otros grupos extremistas extraparlamentarios (Falange, etc.) o incluso como una forma débil de hooliganismo; 3) Marginalización: mostrando la “desviación” a la normalidad del Movimiento, su poca representatividad, su configuración en tanto “ghetto”, enfatizando, por ejemplo, la presencia de minorías desarraigadas y fracasadas según los tópicos, como anarquistas, hippies, punkies, okupas, etc.;
4) Desacreditación: ya sea minimizando el número de participantes, reduciendo el problema a un malestar cultural generacional (disolviendo lo político en una patología), a un problema colectivo religioso (como decía el presidente de la Conferencia Episcopal española, Antonio María Rouco Varela, “los problemas de los jóvenes del 15M tienen que ver con el trabajo, pero sobre todo con lo más profundo, con su alma, con su corazón”), destacando sus diferencias internas y cuestionar la total ineficacia de las decisiones colectivas del Movimiento;
5) Deslegitimación: a través de la retórica cínica-autoritaria, usando por ejemplo comillas para calificarlos o para definir sus acciones (“las setas” en el caso de la acampada de Sevilla, “chabolismo del Sol”, “favelismo en el siglo XXI”, “chinches, drogas y sexo en vivo”, “campamento de gitanos”, “foco infeccioso y lujurioso”, etc.);
6) Hiperfocalización: se pone considerable énfasis en los que se oponen radicalmente al Movimiento, especialmente de personas de autoridad nacional (intelectuales orgánicos y burócratas) o figuras del gobierno y la oposición oficial, o incluso europea;
7) Maccarthismo: intentando relacionar al Movimiento con el fantasma del Comunismo o con grupos terroristas étnicos como ETA.
8) Reduccionismo: se deflacionan sus demandas y objetivos, reconduciéndoles a un malestar cultural o moral (“indignados”, etc.).
El Movimiento ha revelado el Totalitarismo invertido de la Europa neoliberal: No nos extrañemos que el Media framing del sistema terminen hablando de “métodos fascistas” o incluso clasificando y estigmatizando al 15M como un movimiento “fascista de izquierda” (Linksfaschismus, una nefasta categoría creada por el famoso sociólogo socialdemócrata Jürgen Habermas para definir al movimiento estudiantil extraparlamentario de izquierda de 1968). Ya vemos esta idea danzando por la televisión y las inefables tertulias de especialistas. La lucha ideológica del Movimiento pasa hoy, como una aspecto crucial, en deconstruir este reaccionario “paradigma de la protesta” que ha montado los medios nacionales de persuasión del “Capital-parlamentarismo”, pero al mismo tiempo en ellos podemos ver de manera invertida la envergadura histórica del Movimiento. Y el enemigo principal en este primer combate por la construcción ideológica auténtica a nivel nacional de la rebelión social, de su significación y objetivos, el objeto de crítica deber ser el motor inmóvil de esta operación de agitprop contrarrevolucionaria del sistema, lo que llamaremos “Tolerancia represiva”. Se trata del llamado Authoritarianism With a Friendly Face, autoritarismo con cara amigable, el reverso lógico del Capital-parlamentarismo. Todos los movimientos sociales modernos, desde 1968 en adelante, debieron trabajar para sobrevivir y mantener su vida organizativa en hacer una constante y efectiva contracomunciación para derrocar esta falsa objetividad de los Mass Media. Tarea mucho más simple, económicamente accesible y democrática gracias a las nuevas tecnologías y las redes sociales. ¿El sistema vive gracias a la Tolerancia represiva? Por supuesto. La tolerancia que era el gran logro mitológico de la era liberal (la salida más racional a la guerra de religiones del siglo XVI) todavía es profesada y (con grandes atenuaciones) practicada, mientras que el proceso económico y político está sometido a una omnipresente y efectiva administración/dominio de acuerdo con los intereses cada vez más concentrados y transnacionales. El resultado es una objetiva contradicción entre la estructura económica y política por un lado, y la teoría y la práctica de la tolerancia por otro, que se traduce en una friendly Fascism, un Fascismo débil, amigable, de baja intensidad, que implica una renuncia “voluntaria” de los ciudadanos a sus derechos básicos y fundamentales. No creamos que los fascistas modernos serán como Hitler o Mussolini, ni usarán cuerpos militares de uniforme marrón o símbolos del Imperio romano. Los tiranos despóticos e insensibles del Big Business de hoy son tan proclives a usar la violencia directa y bruta, pero lo hacen con mayor eficacia y complejidad que los fascistas de antaño —con más alta tecnología, sofisticación ideológica y costos más bajos. Son más guapos, seductores, tienen los mejores políticos y tribunos conformados a esta altura como una Nueva Clase, celebridades y mecanismos de control que se puedan comprar sin problemas. La soberanía política popular es ahora mera soberanía económica de las grandes empresas y corporaciones financieras. La Libertad como tal se despolitiza de contenido: la obligación del ciudadano se reduce a consumir y ser “descarga” de mercancías. Y todo ello desemboca en una autoritaria Democratic Machinery, una Democracy Inc. (Sheldon Wolin), como la califica con precisión una consigna del 15M “eso que llaman Democracia no lo es”, para que sea todavía más funcional a sus estrechos intereses sectoriales y corporativos. La “tolerancia represiva” del Capital-parlamentarismo español funciona en tanto una suerte de Totalitarismo invertido: en contraste con el Totalitarismo clásico, que eran movimientos de ruptura que intentaban conquistar el Estado para comandar la economía y movilizar a la sociedad, esta tendencia del capital globalizado es sólo en parte un epifenómeno ligado al Estado. En primer lugar representa la mayoría de edad política del poder corporativo del capital (en términos marxianos: la subsunción real del trabajo al capital) y la desmovilización de la figura clásica del ciudadano. A diferencia de las formas clásicas de Totalitarismo (ya sea Fascismo o Nacionalsocialismo, o incluso las variantes portuguesas, rumanas y españolas), que abiertamente se jactaban de su intención de obligar a sus sociedades en una totalidad preconcebida, el Totalitarismo invertido no está expresamente concebido como una ideología o objetivado en las políticas públicas. Los regímenes totalitarios del pasado fueron impulsados por movimientos revolucionarios extraparlamentarios cuyo objetivo era capturar, reconstituir y monopolizar el Poder del Estado. El Estado fue concebido como el principal centro de Poder, proporcionando la presión necesaria para la movilización, nivelación y la reconstrucción de la sociedad. Iglesias, universidades, sindicatos, organizaciones empresariales, medios de comunicación y de opinión, y las instituciones culturales fueron tomadas por el gobierno o neutralizados o suprimidos. En contraste, el Totalitarismo invertido, aparte de ganar en la explotación de la autoridad política y los recursos del Estado, su dinámica se retroalimenta mediante la combinación con otras formas de energía, como la evolución del estado de partidos, y en particular mediante el fomento de una relación simbiótica entre el gobierno tradicional y el sistema de "privado" gobierno representado por la corporación empresarial moderna (que incluye la banca). El resultado no es un sistema de cogestión de los socios iguales que conservan sus propias identidades, sino más bien un sistema que representa la política de mayoría de edad del poder corporativo y su hegemonía más allá de los ciclos políticos. Se genera nuevo tipo de sistema político, que podemos llamar “Capital-Parlamentario”, al parecer conducido por un resumen concentrado de Poderes abstractos-totalizantes (al mejor estilo de la distopía El Talón de Hierro de Jack London), ya no regidos por formas de dominio personal (como podrían ser formas cesaristas o bonapartistas), la que consigue mediante el fomento de la separación política en lugar de la movilización de masas (como lo hacen los populismos), que se basa más en lo “privado” (servidumbre voluntaria inducida por la reproducción ideológica). En el Totalitarismo clásico la conquista del Poder y su evolución hacia un estado total no fue el resultado de una fusión de las consecuencias no deseadas por las contradicciones burguesas, sino que era el objetivo consciente de los líderes de un movimiento político (ya sea el Partito Nazionale Fascista de Mussolini o el Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei de Hitler). Las dictaduras más poderosas del siglo XX fueron muy de corte cesarista, extremadamente personales y carismáticas, no sólo en el sentido de que cada uno tenía un líder dominante único e irremplazable, incluso cada sistema fue la creación particular de un Führer que era un hombre hecho a sí mismo desde la base. Mussolini, Stalin y Hitler no se limitaron a inventar sus personajes, sus públicos dramatis personae, sino que ellos literalmente construyeron las organizaciones de sus respectivas dictaduras. Cada sistema era inseparable de su Führer o Duce. El Totalitarismo invertido de las democracias neoliberales como la española sigue un curso totalmente distinto: el Leader momentáneo (ya sea Zapatero, Sarkozy o Blair) no es el arquitecto ex nihilo del sistema, sino su producto acabado. Son los hijos dóciles de los nuevos privilegios, de las conexiones aceitadas con las corporaciones, la Bolsa y la banca, constructores de redes directas de relaciones públicas entre ellas y los propagandistas de los partidos principales. El sistema es totalmente independiente y autónomo de cualquier líder particular, no requiere de ningún tipo de carisma ni aura de caudillo, su modelo es el Head de las grandes empresas corporativas, el CEO, el Chief Executive Officer pero bajo vestiduras políticas, que ahora es el representante de la corporación pública. Que nos quede claro que el totalitarismo invertido no es un complot del group Bilderberg, ni del círculo de Davos, ni tiene Mein Kampf como inspiración: es el reaccionario e involutivo resultado sociohistórico condicionado a que llega el capitalismo europeo (y mundial) por la propia resistencia del Trabajo a la nueva lógica de acumulación. Y este sistema, denunciado por el Movimiento, se traduce en una nueva forma conservadora de Estado, en un novísimo Étatisme corporativo. La alterada estructura social tiende a debilitar la efectividad de la tolerancia liberal clásica hacia los movimientos de disidencia y oposición como el 15M y a dar apoyo a las fuerzas conservadoras y reaccionarias, invertir los flujos hacia las formas de totalitarismo inverso y de despolitización controlada. La igualdad de tolerancia resulta abstracta, falsa, ya que es una reproducción política de la filosofía de la organización de las grandes corporaciones. Con el actual declinar de las fuerzas críticas y disidentes, la oposición queda aislada en pequeños grupos frecuentemente antagónicos que aún donde son tolerados dentro de estrechos límites establecidos por la estructura jerárquica de la sociedad, resultan impotentes dentro de estos límites. Pero la tolerancia que se exhibe hacia ellos es engañosa ya que promueve la coordinación autoritaria, siempre ligada a las exigencias de los fantasmagóricos “mercados”. Y sobre los firmes fundamentos de una sociedad coordinada en conjunto pero cerrada contra el cambio cualitativo, la tolerancia misma sirve para contener tal cambio más que para promoverlo. El Movimiento 15M lo está sufriendo en carne propia.
La candente cuestión de espontaneidad versus organización: contra la desconfianza de sectores de la izquierda institucional, debemos señalar algo que es contraintuitivo: el Movimiento 15M nada tiene de “espontáneo”. Es una larga marcha, un quiebre de época, que es en el fondo una profunda crisis de legitimación de los regímenes capital-parlamentarios que se han ido configurando en Europa a través de la unión económica y financiera, y en el intento de fijar los dogmas neoliberales con la Constitución Europea, su cobertura legal parcialmente fallida. De acuerdo al objetivo Eurobarómetro, un escuálido 35% de los europeos (que fluctúa de un 40% en Alemania a un 28% en Gran Bretaña) confiaban en sus gobiernos “representativos” nacionales, es decir: la mayoría de los ciudadanos de la Europa del siglo XXI desconfían, ignoran o incluso odian a sus sistemas políticos neoliberales. Ni hablemos de la baja participación en las escenificaciones nacionales, que no superan el 60% de los electores. El 15M es una resultante española (uno de los eslabones débiles de la cadena capitalista que gira en torno a Alemania y Francia) de una gran ola social de desilusión, frustración y sensación de injusticia que socava la legitimación capitalparlamentaria en Europa, poniendo en cuestión el sistema de dominio capitalista del nuevo siglo. Hemos pasado del triunfal “Fin de la Historia” (tal como lo definieron con soberbia intelectual Fukuyama y Harrington) y el imperialismo unánime de las formas neoliberales de gobierno después del derrumbe de la URSS, a su degradación, descrédito y derrumbe. El Movimiento 15M marca el punto de pasaje de la “erosión” de las formas neoliberales de dominio en Europa a su posible colapso, trastocamiento y transformación en una nueva democracia constituyente y real. Por ello cuando se utiliza la palabra “espontáneo” (generalmente en contexto peyorativo) hay que tomarla con mucho cuidado: la fuerte iniciativa de masas del 15M, con formas nuevas y múltiples de lucha que van más allá de las reglas de juego del “Capital-parlamentarismo”. Es decir: el 15M exhibe una capacidad espontánea de dirigir la acción contra los aspectos fundamentales (y lo subrayo) de la valorización y reproducción del sistema, y en última instancia, contra el núcleo mismo del “sistema” y su tendencia hacia el Totalitarismo inverso. Una capacidad que contrasta escandalosamente con las políticas reformistas de mero acompañamiento del plan del Capital de las organizaciones tradicionales del movimiento obrero español. Esta “espontaneidad”, en realidad se trata de formas bajas o primarias de organización que desembocaron en el domingo 15 de mayo, es una réplica enérgica al diseño capitalista de la crisis y su intento de pasar a una forma “superior” de acumulación, formas que no pueden ser completamente absorbidas y manipuladas por la acción reformista de una programación democrática-liberal, ni recicladas en el mecanismo bipartidista. Por eso el 15M como Stato nascente, como estado naciente de un movimiento antisistémico, tiene como aspecto fundamental el ser un embrión de consciencia, de por sí todavía insuficiente para sostener una lucha en forma política y organizada adecuada al actual grado de desarrollo y de organización del capitalismo español. Y se repite consideraciones que aparecen a lo largo de la Historia: cuanto más grande es el movimiento espontáneo de las masas, cuanto más extendido es este movimiento, tanto más aumenta, en modo incomparablemente rápido, la necesidad de más y más conciencia en la actividad teórica, política y organizativa.
La forma y el modo en que los actores individuales definen su propia acción. El modo de autocomprensión y autoconciencia, la conciencia para-sí de los participantes, inmediatos o mediatos. En particular el modo en que se identifican a sí mismos, al adversario y a la lucha en desarrollo. La larga marcha de un movimiento social reivindicativo o político hacia uno antisistémico se podría sintetizar, en cuanto a su objetivo o meta, como de contenido simbólico cada vez más creciente y una divisibilidad decreciente en sus metas. El objetivo del movimiento, un ejemplo sería el “Cambiemos la Ley Electoral!”, se transforma directamente en la propia identidad de los actores. A su vez la indivisibilidad creciente de la meta final (“Democracia Real”) genera la idea que la victoria de uno de los bandos es la derrota total, física y moral, del otro. Los movimientos sociales son así. Gigantes sin cabeza, mobys dicks que arrastran arpones, herida antiguas y botes de inocentes. Amorfos, amorales, caóticos, informes: dice un indignado que “nos encontramos con un movimiento asambleario, sin líderes, a un grupo de gente variopinta, con ilusión por cambiar las cosas”. Llenos de exigencias dispares que se reflejan en los llamados murales de las indignaciones (recuerden los Cahiers, los cuadernos de quejas antes de estallar la gran Revolución Francesa en 1789) de cualquier origen social. Porque deberíamos preguntarnos: ¿de qué relaciones sociales surge esta “gente variopinta”? ¿de qué origen social son las personas que se manifiestan o simpatizan con el Movimiento 15M? ¿Cuál es su composición social? El primer componente dinámico es la generación de jóvenes estudiantes y desempleados, muchos hijos de la clase media empobrecida o de la antigua aristocracia obrera, afectados por la transformación del núcleo central y mayoritario del trabajo asalariado en España y las posibles transformaciones postfordistas que encara el Capital-parlamentarismo para salir de la crisis con una nueva acumulación. Un segundo elemento de masas que fue confluyendo (aunque no se encontraba en el magma del estado inicial) realizando una alianza implícita, inédita y concreta es la de sectores de asalariados precarios urbanos, muchos empleados en servicios (incluso inmigrantes), además de asalariados muy precarios (los falsos autónomos de segunda generación), incluso pensionistas de origen obrero, y cada vez más sectores de la clase media baja a medida que el Movimiento crece, madura y se extiende. Energía segmentada, ebullición de universos de clase, reclamos de franjas y desclasados. Lo llamamos “Stato Nascente”: no hay liderazgos reconocidos, sin programa vertebrador ortodoxo en sus inicios, sin metas al mediano plazo. Lo quieren todo ahora. No importa aquí el “input” sino el “output”. Fenómeno eminentemente urbano, sansculottiere, inmaduro y como tal imprevisible, significa: estallido espontáneo de masas urbanas desesperadas y exasperadas; levantamiento bien recibido por amplios sectores transversales de la sociedad española; sin participación central de ningún partido de la izquierda institucional o de la izquierda pre-existente, ni de los sindicatos centrales, que no esperaban una acción colectiva histórica y que quedaron, en un primer momento, paralizados; actos espontáneos de creación de poderes duales horizontales, sin dirección centralizada y apartidista; embriones de Poder dual que nunca pretendieron conquistar el poder gubernamental; fundamentos prácticos y fortuitos que producen que exista, durante algún tiempo, una dualidad de Poder; vanguardia más consciente en los centros urbanos, sobre todo en la capital política. Como decía el viejo Hegel, no puede haber dos poderes en el Estado, dos fuentes de soberanía. La revolución nunca es un concierto a cuatro manos. Los esbozos de órganos de debate, consulta y asamblea permanente que se multiplican desde ahora hacia los barrios de la capital y de las principales ciudades, no nos debe quedar duda alguna, fueron creados y fundados por las capas populares de la sociedad, de una manera totalmente revolucionaria, semiinsurreccional, fuera del corset autoritario de las leyes constitucionales, las reglamentaciones municipales y los canales formales o jurídicos del sistema político dominante. El Movimiento 15M está creando “Derecho”, de una manera constituyente y legítima. Un Poder cuyo fundamento es, no una ley previamente discutida y aprobada en una comisión del Congreso por elegantes burócratas profesionales de una casta privilegiada, sino una iniciativa directa de las masas populares urbanas desde abajo, la irrupción de un Poder Constituyente en las calles, una usurpación directa a la burguesía española, la demolición de los fundamentos del Totalitarismo inverso, una prefiguración y esbozo de los que podría ser una verdadera Democracia real, popular radical, una República Social. Son un producto único y exclusivo, tanto en forma como en contenido, de la creatividad popular primitiva e instintiva, atroz exhibición de la acción autónoma e independiente del Pueblo concreto cuando se decide actuar en la Historia. Hay que señalar una máxima: que el error más grande que podemos cometer es mirar demasiado hacia atrás, hacia las revoluciones del pasado, mientras la vida de las masas nos ofrece toda una larga serie de elementos nuevos, fascinantes, que desarman el escenario histórico.
miércoles, 8 de junio de 2011
Stato Nascente:
reflexiones sobre el movimiento 15M
(II)
“No siendo ya el portavoz de la Nación
ni el defensor del Pueblo,
el Estado ya no nos habla,
o más bien ya no nos habla de la Nación
y de su Pueblo, su razón de ser,
sino de sí mismo.
El medio ha suplantado al fin”
(Regis Debray, “El Estado Seductor”)
“Inventar la tierra prometida a medida que avanzamos”
(André Gorz)
“El 66% de los españoles declara simpatizante del 15M;
una inmensa mayoría (81%) considera que los “indignados” tienen razón,
solo el 9% dice que carecen de argumentos.
El 84% añade que el Movimiento trata de problemas
que afectan directamente a los ciudadanos.”
(Encuesta de Metroscopia, junio, 2011)
En la reflexión anterior nos preguntábamos si el Movimiento 15M podría derivar hacia transformarse en un movimiento antisistémico maduro y con reivindicaciones clasistas, un auténtico Contrapoder que sea en potencia el origen de un nuevo Poder constituyente, el inicio de una era democrática real y participativa. Tratamos de enumerar algunos elementos vitales que lo definirían, en este estado naciente, como enfrentado al “sistema”, tal como denominan sus integrantes al régimen actual. Aquí “sistema” es el complejo capital-parlamentario español, una democracia opaca, tecnocrática, unilateral, muy restringida (tanto que podemos hablar de una tendencia hacia una suerte de Totalitarismo invertido) tal como se despliega institucionalmente teniendo como fundamento la Constitución de 1978 y la ideología neoliberal más extrema en Europa. Otros elementos esenciales que podemos encontrar en el 15M serían los siguientes:
La respuesta del adversario, del “enemigo”, globalmente el sistema, es un indicador extremadamente importante del significado del Movimiento: Pretender que hombres que durante siglos han gozado de toda la libertad para dominarnos, robarnos y oprimirnos impunemente, se decidan ahora y de buen grado a ser simplemente nuestros “iguales”, es el colmo de la locura, señalaba Jean Paul Marat en los días iniciales a la Gran Revolución francesa. El Movimiento es una enorme amenaza al sistema y los que lo integran o simpatizan con él (amplia mayoría a lo largo de toda España) pueden entender su importancia histórica e identidad de una manera indirecta pero muy objetiva: en la dialéctica del reconocimiento que le hace el Poder, en la forma en que se percibe en los círculos dominantes y el tratamiento en el media framing. Después del domingo 15 de mayo al unísono se ha trazado una línea divisoria profunda entre el bloque hegemónico de la burguesía española y esta nueva autonomía, esta área liberada: todos los “partidos de estado” (nacionales y autonómicos, salvo Izquierda Unida, Bildu, Compromís, Revolta Global y poco más), más el complejo mediático industrial y los intelectuales orgánicos, han primero ignorado al 15M, luego censurado, luego intentar seducirlo y domesticarlo. La Nueva Clase se han permitido el cinismo de decir que ellos también compartían el sentimiento de los rebeldes y se sentían igualmente indignados, incluso La portavoz y diputada de Unión, Progreso y Democracia asegura que ciertas reivindicaciones del 15M coinciden con el manifiesto fundacional de UpyD. Incluso el divulgador Eduardo Punset, exfuncionario del “Sistema” y de notoria militancia neoliberal, al grito de “No pareís!” ha comparado al Movimiento ¡con la Ruta de la Seda de hace 2.000 años! Si esto ya no funciona, vista su integridad ideológica-organizativa y su influencia creciente de masas, se ha intentado una campaña de o bien ridiculización (perrosfalutas, magufos, drogadictos, etc.) o directamente de difamación terrorista: “quiebre del Estado de Derecho!” clama el revisionista Pío Moa exigiendo represión dura e incondicional, otros neoconservadores con cinismo y pasión declaran no entender el reclamo y que la única democracia es la “formal” (el denostado y corrupto “sistema”, ergo: la democracia corporativista), incluso se escucha decir a la mejor manera de Orwell que ya hay “democracia real”, como afirma un operador político y ministro socialista. Los une el pavor. Todos buscan un único fin: directamente o indirectamente sofocar y reprimir lo que ven como la mayor amenaza al “Capital-Parlamentarismo” desde la famosa y mitificada Transición española. En su afianzamiento existe un gran peligro en que el 15M pueda ser unidimensionalizado, “cooptado”, domesticado o reconducido a reducir su impulso de emancipación social a un reformismo que no saque los pies del plato. Los intelectuales orgánicos, generalmente en sagradas columnas semanales en los medios tradicionales, como Rosa Montero, ya se “cansan” del Movimiento, son “cantamañanas”(sic) que aparte pueden ser peligrosamente “colonizados” por la izquierda, por los rojos de siempre. O el gurú Daniel Innerarity (miembro de un Think-Thank del Neoliberalismo, llamado enigmáticamente “Instituto de Gobernanza Democrática”), que simpáticamente reduce todo con una lapidaria frase: “Indignarse no es suficiente: hay que ser más inteligente.” O el líder político de la burguesía catalana, actual presidente de la Generalitat de Cataluña, don Artur Mas, que pregunta “¿es admisible en una sociedad democrática que determinados grupos ocupen sistemáticamente el espacio público y lo hagan suyo?” Incluso el padre del Neoliberalismo en Europa, el cínico-laborista Tony Blair, ha declarado que “hay que escuchar al Movimiento pero no dejar que te gobiernen”. Lo ideal para Blair parece ser volver al añoso Parliament del absolutismo francés… Para esta Inteligentsia orwelliana el Movimiento 15M debería transformarse o bien en un grupo de opinión o bien en un pulcro y simpático partido político más del “Capital-Parlamentarismo” y punto. El gattopardismo es una de las formas de “lubricar” al “Sistema” y mantener su duración e inercia hacia el futuro. Ladran Sancho, cabalgamos… Se trata que se frustre el “Estado naciente” en tanto movimiento social y hacerlo retroceder hacía el viejo juego político, retrotraerlo en lo posible al 14 de mayo. El Media framing del sistema, su complejo de medios de agitación/propaganda/persuasión, al mejor estilo 1984 ha intentado una operación de resignificación reaccionaria siguiendo algunos puntos básicos que queremos señalar:
1) Trivialización: “infantilizar” la importancia social del Movimiento (enfocando en aspectos “accidentales” de las acampadas, giros del lenguaje, ropas, huertos ecológicos, taller de chakras, etc.); otro componente accesorio es visto el carácter inmaduro y caótico de sus exigencias, se trata de reconducirlas a la tradicional agenda política del propio sistema, reconfigurar las demandas en puntos cosméticos bajo la distinción de un cierto cientificismo (a través de “expertos” académicos, profesores universitarios y otros especialistas “responsables”); así, por ejemplo el diario Público señala que “muchas de las propuestas de ‘Democracia Real Ya!’ y de los indignados se aplican ya en otros países desde hace años o coinciden con sugerencias de expertos y del mundo académico se aplican ya en otros países desde hace años o coinciden con sugerencias de expertos y del mundo académico”, o sea: nada nuevo bajo la Puerta del Sol, para a continuación expurgar las demandas clasistas y antisistémicas originales del 15M por una batería de pequeñas reformas políticas re-interpretadas y traducidas para poder ser integradas sin conmoción en el régimen actual;
2) Polarización: enfatizando contrademostraciones e igualando algunos aspectos del 15M con otros grupos extremistas extraparlamentarios (Falange, etc.) o incluso como una forma débil de hooliganismo;
3) Marginalización: mostrando la “desviación” a la normalidad del Movimiento, su poca representatividad, su configuración en tanto “ghetto”, enfatizando, por ejemplo, la presencia de minorías desarraigadas y fracasadas según los tópicos, como anarquistas, hippies, punkies, okupas, etc.;
4) Desacreditación: ya sea minimizando el número de participantes, reduciendo el problema a un malestar cultural generacional (disolviendo lo político en una patología), a un problema colectivo religioso (como decía el presidente de la Conferencia Episcopal española, Antonio María Rouco Varela, “los problemas de los jóvenes del 15M tienen que ver con el trabajo, pero sobre todo con lo más profundo, con su alma, con su corazón”), destacando sus diferencias internas y cuestionar la total ineficacia de las decisiones colectivas del Movimiento;
5) Deslegitimación: a través de la retórica cínica-autoritaria, usando por ejemplo comillas para calificarlos o para definir sus acciones (“las setas” en el caso de la acampada de Sevilla, “chabolismo del Sol”, “favelismo en el siglo XXI”, “chinches, drogas y sexo en vivo”, “campamento de gitanos”, “foco infeccioso y lujurioso”, etc.);
6) Hiperfocalización: se pone considerable énfasis en los que se oponen radicalmente al Movimiento, especialmente de personas de autoridad nacional (intelectuales orgánicos y burócratas) o figuras del gobierno y la oposición oficial, o incluso europea;
7) Maccarthismo: intentando relacionar al Movimiento con el fantasma del Comunismo o con grupos terroristas étnicos como ETA.
8) Reduccionismo: se deflacionan sus demandas y objetivos, reconduciéndoles a un malestar cultural o moral (“indignados”, etc.).
El Movimiento ha revelado el Totalitarismo invertido de la Europa neoliberal: No nos extrañemos que el Media framing del sistema terminen hablando de “métodos fascistas” o incluso clasificando y estigmatizando al 15M como un movimiento “fascista de izquierda” (Linksfaschismus, una nefasta categoría creada por el famoso sociólogo socialdemócrata Jürgen Habermas para definir al movimiento estudiantil extraparlamentario de izquierda de 1968). Ya vemos esta idea danzando por la televisión y las inefables tertulias de especialistas. La lucha ideológica del Movimiento pasa hoy, como una aspecto crucial, en deconstruir este reaccionario “paradigma de la protesta” que ha montado los medios nacionales de persuasión del “Capital-parlamentarismo”, pero al mismo tiempo en ellos podemos ver de manera invertida la envergadura histórica del Movimiento. Y el enemigo principal en este primer combate por la construcción ideológica auténtica a nivel nacional de la rebelión social, de su significación y objetivos, el objeto de crítica deber ser el motor inmóvil de esta operación de agitprop contrarrevolucionaria del sistema, lo que llamaremos “Tolerancia represiva”. Se trata del llamado Authoritarianism With a Friendly Face, autoritarismo con cara amigable, el reverso lógico del Capital-parlamentarismo. Todos los movimientos sociales modernos, desde 1968 en adelante, debieron trabajar para sobrevivir y mantener su vida organizativa en hacer una constante y efectiva contracomunciación para derrocar esta falsa objetividad de los Mass Media. Tarea mucho más simple, económicamente accesible y democrática gracias a las nuevas tecnologías y las redes sociales. ¿El sistema vive gracias a la Tolerancia represiva? Por supuesto. La tolerancia que era el gran logro mitológico de la era liberal (la salida más racional a la guerra de religiones del siglo XVI) todavía es profesada y (con grandes atenuaciones) practicada, mientras que el proceso económico y político está sometido a una omnipresente y efectiva administración/dominio de acuerdo con los intereses cada vez más concentrados y transnacionales. El resultado es una objetiva contradicción entre la estructura económica y política por un lado, y la teoría y la práctica de la tolerancia por otro, que se traduce en una friendly Fascism, un Fascismo débil, amigable, de baja intensidad, que implica una renuncia “voluntaria” de los ciudadanos a sus derechos básicos y fundamentales. No creamos que los fascistas modernos serán como Hitler o Mussolini, ni usarán cuerpos militares de uniforme marrón o símbolos del Imperio romano. Los tiranos despóticos e insensibles del Big Business de hoy son tan proclives a usar la violencia directa y bruta, pero lo hacen con mayor eficacia y complejidad que los fascistas de antaño —con más alta tecnología, sofisticación ideológica y costos más bajos. Son más guapos, seductores, tienen los mejores políticos y tribunos conformados a esta altura como una Nueva Clase, celebridades y mecanismos de control que se puedan comprar sin problemas. La soberanía política popular es ahora mera soberanía económica de las grandes empresas y corporaciones financieras. La Libertad como tal se despolitiza de contenido: la obligación del ciudadano se reduce a consumir y ser “descarga” de mercancías. Y todo ello desemboca en una autoritaria Democratic Machinery, una Democracy Inc. (Sheldon Wolin), como la califica con precisión una consigna del 15M “eso que llaman Democracia no lo es”, para que sea todavía más funcional a sus estrechos intereses sectoriales y corporativos. La “tolerancia represiva” del Capital-parlamentarismo español funciona en tanto una suerte de Totalitarismo invertido: en contraste con el Totalitarismo clásico, que eran movimientos de ruptura que intentaban conquistar el Estado para comandar la economía y movilizar a la sociedad, esta tendencia del capital globalizado es sólo en parte un epifenómeno ligado al Estado. En primer lugar representa la mayoría de edad política del poder corporativo del capital (en términos marxianos: la subsunción real del trabajo al capital) y la desmovilización de la figura clásica del ciudadano. A diferencia de las formas clásicas de Totalitarismo (ya sea Fascismo o Nacionalsocialismo, o incluso las variantes portuguesas, rumanas y españolas), que abiertamente se jactaban de su intención de obligar a sus sociedades en una totalidad preconcebida, el Totalitarismo invertido no está expresamente concebido como una ideología o objetivado en las políticas públicas. Los regímenes totalitarios del pasado fueron impulsados por movimientos revolucionarios extraparlamentarios cuyo objetivo era capturar, reconstituir y monopolizar el Poder del Estado. El Estado fue concebido como el principal centro de Poder, proporcionando la presión necesaria para la movilización, nivelación y la reconstrucción de la sociedad. Iglesias, universidades, sindicatos, organizaciones empresariales, medios de comunicación y de opinión, y las instituciones culturales fueron tomadas por el gobierno o neutralizados o suprimidos. En contraste, el Totalitarismo invertido, aparte de ganar en la explotación de la autoridad política y los recursos del Estado, su dinámica se retroalimenta mediante la combinación con otras formas de energía, como la evolución del estado de partidos, y en particular mediante el fomento de una relación simbiótica entre el gobierno tradicional y el sistema de "privado" gobierno representado por la corporación empresarial moderna (que incluye la banca). El resultado no es un sistema de cogestión de los socios iguales que conservan sus propias identidades, sino más bien un sistema que representa la política de mayoría de edad del poder corporativo y su hegemonía más allá de los ciclos políticos. Se genera nuevo tipo de sistema político, que podemos llamar “Capital-Parlamentario”, al parecer conducido por un resumen concentrado de Poderes abstractos-totalizantes (al mejor estilo de la distopía El Talón de Hierro de Jack London), ya no regidos por formas de dominio personal (como podrían ser formas cesaristas o bonapartistas), la que consigue mediante el fomento de la separación política en lugar de la movilización de masas (como lo hacen los populismos), que se basa más en lo “privado” (servidumbre voluntaria inducida por la reproducción ideológica). En el Totalitarismo clásico la conquista del Poder y su evolución hacia un estado total no fue el resultado de una fusión de las consecuencias no deseadas por las contradicciones burguesas, sino que era el objetivo consciente de los líderes de un movimiento político (ya sea el Partito Nazionale Fascista de Mussolini o el Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei de Hitler). Las dictaduras más poderosas del siglo XX fueron muy de corte cesarista, extremadamente personales y carismáticas, no sólo en el sentido de que cada uno tenía un líder dominante único e irremplazable, incluso cada sistema fue la creación particular de un Führer que era un hombre hecho a sí mismo desde la base. Mussolini, Stalin y Hitler no se limitaron a inventar sus personajes, sus públicos dramatis personae, sino que ellos literalmente construyeron las organizaciones de sus respectivas dictaduras. Cada sistema era inseparable de su Führer o Duce. El Totalitarismo invertido de las democracias neoliberales como la española sigue un curso totalmente distinto: el Leader momentáneo (ya sea Zapatero, Sarkozy o Blair) no es el arquitecto ex nihilo del sistema, sino su producto acabado. Son los hijos dóciles de los nuevos privilegios, de las conexiones aceitadas con las corporaciones, la Bolsa y la banca, constructores de redes directas de relaciones públicas entre ellas y los propagandistas de los partidos principales. El sistema es totalmente independiente y autónomo de cualquier líder particular, no requiere de ningún tipo de carisma ni aura de caudillo, su modelo es el Head de las grandes empresas corporativas, el CEO, el Chief Executive Officer pero bajo vestiduras políticas, que ahora es el representante de la corporación pública. Que nos quede claro que el totalitarismo invertido no es un complot del group Bilderberg, ni del círculo de Davos, ni tiene Mein Kampf como inspiración: es el reaccionario e involutivo resultado sociohistórico condicionado a que llega el capitalismo europeo (y mundial) por la propia resistencia del Trabajo a la nueva lógica de acumulación. Y este sistema, denunciado por el Movimiento, se traduce en una nueva forma conservadora de Estado, en un novísimo Étatisme corporativo. La alterada estructura social tiende a debilitar la efectividad de la tolerancia liberal clásica hacia los movimientos de disidencia y oposición como el 15M y a dar apoyo a las fuerzas conservadoras y reaccionarias, invertir los flujos hacia las formas de totalitarismo inverso y de despolitización controlada. La igualdad de tolerancia resulta abstracta, falsa, ya que es una reproducción política de la filosofía de la organización de las grandes corporaciones. Con el actual declinar de las fuerzas críticas y disidentes, la oposición queda aislada en pequeños grupos frecuentemente antagónicos que aún donde son tolerados dentro de estrechos límites establecidos por la estructura jerárquica de la sociedad, resultan impotentes dentro de estos límites. Pero la tolerancia que se exhibe hacia ellos es engañosa ya que promueve la coordinación autoritaria, siempre ligada a las exigencias de los fantasmagóricos “mercados”. Y sobre los firmes fundamentos de una sociedad coordinada en conjunto pero cerrada contra el cambio cualitativo, la tolerancia misma sirve para contener tal cambio más que para promoverlo. El Movimiento 15M lo está sufriendo en carne propia.
La candente cuestión de espontaneidad versus organización: contra la desconfianza de sectores de la izquierda institucional, debemos señalar algo que es contraintuitivo: el Movimiento 15M nada tiene de “espontáneo”. Es una larga marcha, un quiebre de época, que es en el fondo una profunda crisis de legitimación de los regímenes capital-parlamentarios que se han ido configurando en Europa a través de la unión económica y financiera, y en el intento de fijar los dogmas neoliberales con la Constitución Europea, su cobertura legal parcialmente fallida. De acuerdo al objetivo Eurobarómetro, un escuálido 35% de los europeos (que fluctúa de un 40% en Alemania a un 28% en Gran Bretaña) confiaban en sus gobiernos “representativos” nacionales, es decir: la mayoría de los ciudadanos de la Europa del siglo XXI desconfían, ignoran o incluso odian a sus sistemas políticos neoliberales. Ni hablemos de la baja participación en las escenificaciones nacionales, que no superan el 60% de los electores. El 15M es una resultante española (uno de los eslabones débiles de la cadena capitalista que gira en torno a Alemania y Francia) de una gran ola social de desilusión, frustración y sensación de injusticia que socava la legitimación capitalparlamentaria en Europa, poniendo en cuestión el sistema de dominio capitalista del nuevo siglo. Hemos pasado del triunfal “Fin de la Historia” (tal como lo definieron con soberbia intelectual Fukuyama y Harrington) y el imperialismo unánime de las formas neoliberales de gobierno después del derrumbe de la URSS, a su degradación, descrédito y derrumbe. El Movimiento 15M marca el punto de pasaje de la “erosión” de las formas neoliberales de dominio en Europa a su posible colapso, trastocamiento y transformación en una nueva democracia constituyente y real. Por ello cuando se utiliza la palabra “espontáneo” (generalmente en contexto peyorativo) hay que tomarla con mucho cuidado: la fuerte iniciativa de masas del 15M, con formas nuevas y múltiples de lucha que van más allá de las reglas de juego del “Capital-parlamentarismo”. Es decir: el 15M exhibe una capacidad espontánea de dirigir la acción contra los aspectos fundamentales (y lo subrayo) de la valorización y reproducción del sistema, y en última instancia, contra el núcleo mismo del “sistema” y su tendencia hacia el Totalitarismo inverso. Una capacidad que contrasta escandalosamente con las políticas reformistas de mero acompañamiento del plan del Capital de las organizaciones tradicionales del movimiento obrero español. Esta “espontaneidad”, en realidad se trata de formas bajas o primarias de organización que desembocaron en el domingo 15 de mayo, es una réplica enérgica al diseño capitalista de la crisis y su intento de pasar a una forma “superior” de acumulación, formas que no pueden ser completamente absorbidas y manipuladas por la acción reformista de una programación democrática-liberal, ni recicladas en el mecanismo bipartidista. Por eso el 15M como Stato nascente, como estado naciente de un movimiento antisistémico, tiene como aspecto fundamental el ser un embrión de consciencia, de por sí todavía insuficiente para sostener una lucha en forma política y organizada adecuada al actual grado de desarrollo y de organización del capitalismo español. Y se repite consideraciones que aparecen a lo largo de la Historia: cuanto más grande es el movimiento espontáneo de las masas, cuanto más extendido es este movimiento, tanto más aumenta, en modo incomparablemente rápido, la necesidad de más y más conciencia en la actividad teórica, política y organizativa.
La forma y el modo en que los actores individuales definen su propia acción. El modo de autocomprensión y autoconciencia, la conciencia para-sí de los participantes, inmediatos o mediatos. En particular el modo en que se identifican a sí mismos, al adversario y a la lucha en desarrollo. La larga marcha de un movimiento social reivindicativo o político hacia uno antisistémico se podría sintetizar, en cuanto a su objetivo o meta, como de contenido simbólico cada vez más creciente y una divisibilidad decreciente en sus metas. El objetivo del movimiento, un ejemplo sería el “Cambiemos la Ley Electoral!”, se transforma directamente en la propia identidad de los actores. A su vez la indivisibilidad creciente de la meta final (“Democracia Real”) genera la idea que la victoria de uno de los bandos es la derrota total, física y moral, del otro. Los movimientos sociales son así. Gigantes sin cabeza, mobys dicks que arrastran arpones, herida antiguas y botes de inocentes. Amorfos, amorales, caóticos, informes: dice un indignado que “nos encontramos con un movimiento asambleario, sin líderes, a un grupo de gente variopinta, con ilusión por cambiar las cosas”. Llenos de exigencias dispares que se reflejan en los llamados murales de las indignaciones (recuerden los Cahiers, los cuadernos de quejas antes de estallar la gran Revolución Francesa en 1789) de cualquier origen social. Porque deberíamos preguntarnos: ¿de qué relaciones sociales surge esta “gente variopinta”? ¿de qué origen social son las personas que se manifiestan o simpatizan con el Movimiento 15M? ¿Cuál es su composición social? El primer componente dinámico es la generación de jóvenes estudiantes y desempleados, muchos hijos de la clase media empobrecida o de la antigua aristocracia obrera, afectados por la transformación del núcleo central y mayoritario del trabajo asalariado en España y las posibles transformaciones postfordistas que encara el Capital-parlamentarismo para salir de la crisis con una nueva acumulación. Un segundo elemento de masas que fue confluyendo (aunque no se encontraba en el magma del estado inicial) realizando una alianza implícita, inédita y concreta es la de sectores de asalariados precarios urbanos, muchos empleados en servicios (incluso inmigrantes), además de asalariados muy precarios (los falsos autónomos de segunda generación), incluso pensionistas de origen obrero, y cada vez más sectores de la clase media baja a medida que el Movimiento crece, madura y se extiende. Energía segmentada, ebullición de universos de clase, reclamos de franjas y desclasados. Lo llamamos “Stato Nascente”: no hay liderazgos reconocidos, sin programa vertebrador ortodoxo en sus inicios, sin metas al mediano plazo. Lo quieren todo ahora. No importa aquí el “input” sino el “output”. Fenómeno eminentemente urbano, sansculottiere, inmaduro y como tal imprevisible, significa: estallido espontáneo de masas urbanas desesperadas y exasperadas; levantamiento bien recibido por amplios sectores transversales de la sociedad española; sin participación central de ningún partido de la izquierda institucional o de la izquierda pre-existente, ni de los sindicatos centrales, que no esperaban una acción colectiva histórica y que quedaron, en un primer momento, paralizados; actos espontáneos de creación de poderes duales horizontales, sin dirección centralizada y apartidista; embriones de Poder dual que nunca pretendieron conquistar el poder gubernamental; fundamentos prácticos y fortuitos que producen que exista, durante algún tiempo, una dualidad de Poder; vanguardia más consciente en los centros urbanos, sobre todo en la capital política. Como decía el viejo Hegel, no puede haber dos poderes en el Estado, dos fuentes de soberanía. La revolución nunca es un concierto a cuatro manos. Los esbozos de órganos de debate, consulta y asamblea permanente que se multiplican desde ahora hacia los barrios de la capital y de las principales ciudades, no nos debe quedar duda alguna, fueron creados y fundados por las capas populares de la sociedad, de una manera totalmente revolucionaria, semiinsurreccional, fuera del corset autoritario de las leyes constitucionales, las reglamentaciones municipales y los canales formales o jurídicos del sistema político dominante. El Movimiento 15M está creando “Derecho”, de una manera constituyente y legítima. Un Poder cuyo fundamento es, no una ley previamente discutida y aprobada en una comisión del Congreso por elegantes burócratas profesionales de una casta privilegiada, sino una iniciativa directa de las masas populares urbanas desde abajo, la irrupción de un Poder Constituyente en las calles, una usurpación directa a la burguesía española, la demolición de los fundamentos del Totalitarismo inverso, una prefiguración y esbozo de los que podría ser una verdadera Democracia real, popular radical, una República Social. Son un producto único y exclusivo, tanto en forma como en contenido, de la creatividad popular primitiva e instintiva, atroz exhibición de la acción autónoma e independiente del Pueblo concreto cuando se decide actuar en la Historia. Hay que señalar una máxima: que el error más grande que podemos cometer es mirar demasiado hacia atrás, hacia las revoluciones del pasado, mientras la vida de las masas nos ofrece toda una larga serie de elementos nuevos, fascinantes, que desarman el escenario histórico.
Nicolás González Varela , Las Cabezas de San Juán , Sevilla
martes, 7 de junio de 2011
lunes, 6 de junio de 2011
Stato Nascente : " Reflexiones sobre el movimiento 15 M" por Nicolás González Varela
Stato Nascente:

reflexiones sobre el movimiento 15M (I)
“Si el Pueblo delega su Soberanía, la renuncia.
Ya no se gobierna: es gobernado…
¡Oh, Pueblo, delega tu Soberanía!
Te garantizo un destino opuesto al de Saturno:
tu Soberanía será devorada por tu hija,
la Delegación”
(Víctor Consideránt, “La Solución o el Gobierno directo del Pueblo”)
“Si el Pueblo piensa que es libre, comete un grave error;
sólo lo es durante la elección de los miembros del Parlamento;
pero apenas elegidos éstos, el Pueblo es esclavo, ya no es nada…
los diputados del Pueblo no son ni pueden ser sus representantes;
por tanto, no son sino sus comisarios”
(Jean Jacques Rousseau, “El Contrato Social”)
Contra la Unidad de la Miseria:
Decía el situacionista Guy Debord que “el espectáculo es el discurso ininterrumpido del Orden actual sobre sí mismo, su monólogo elogioso. Es el autorretrato del Poder en la época de la gestión totalitaria de las condiciones de existencia. La lucha de los poderes que se han constituido para administrar el mismo sistema socioeconómico es la que se presenta como la contradicción oficial, cuando en verdad pertenece a la unidad real. Bajo las oposiciones espectaculares se oculta la unidad de la miseria”. El sorprendente y rápido Movimiento Social 15M (un conglomerado que componen DRY, Acampados, Todos a la calle, #No les votes, Asociación de Desempleados ADESORG, plataforma ATTAC et altri) podría hacer suyas sus palabras: su sola presencia en las plazas de capitales y pueblos de toda España significa el fin de la política burguesa como espectáculo y el primer desafío real a la Nueva Clase política del sistema desde el siglo pasado. Quizá el golpe mortal contra el rapaz neoliberalismo extremo español sea precisamente la crítica central del Movimiento al complejo capital-parlamentario, el verdadero talón de Aquiles del capitalismo español: el bipartidismo (con su derivaciones desde la perversa Ley Electoral, la reducción de la dimensión ciudadana al voto-zombie, la falsa división de poderes, el estamento corporativo de los políticos profesionales, etc.). Recordemos que España es uno de los países más neoliberales del Mundo junto con EEUU, Holanda y Japón, indicado en su veneración por el Free Market, el constante ataque al mercado laboral, su estructura impositiva cada vez más regresiva, la baja o casi nula sindicalización, las privatizaciones y descentralizaciones, la transformación del gobierno en una asunto de lógica empresarial-gerencial y en el desmantelamiento de la poca cobertura social que heredaba del estado paternalista del Franquismo y de los logros de las luchas sociales de los 1970’s.
El Neoliberalismo supone en lo económico un regreso a las prácticas económicas anteriores a la crisis de 1929, son anti y pre-keynesianas, liberándose el Capital de las trabas impuestas por el Welfarism, el Estado asistencial y provocando la “financiarización” totalitaria de la sociedad civil. En lo social un cambio de valores culturales donde el individualismo prima sobre lo comunitario y el interés general. Los valores son automáticamente superpuestos a las virtudes de la figura del empresario sin escrúpulos, el emprendedor, un Self-made-Man inmoral. El Neoliberalismo en su segunda ola (encabezada por la segunda presidencia de George W. Bush y la Third Way del laborista Tony Blair en Occidente) se basa en tres pilares fundamentales, en realidad en tres dimensiones:
1) Es una ideología que propugna el autointerés, el egoísmo competitivo, el individualismo metodológico, la descentralización y el homo oeconomicus, una ideología codificada por las elites del Poder globalizado, desde grandes banqueros, managers de multinacionales, lobbistas corporativos (Aznar, Felipe González, etc.), fundaciones (FAES, FEDEA, etc.) y Think-Tanks, periodistas influyentes de medios tradicionales, especialistas en relaciones públicas, intelectuales orgánicos al sistema (el llamado complejo “banca-intelectualidad económica”, que incluye la mayoría de las universidades), Celebrities, personajes de entretenimiento mediático, burócratas y alto funcionarios (Banco de España, Banco Central Europeo, altos comisarios de la UE, etc.) hasta la Nueva Clase de los políticos profesionales. Es en realidad una burda ideología pseudoeconómica que pretende hacer científicos y universales los intereses sectoriales y necesidades estrechas del capitalismo más concentrado, del complejo financiero-industrial.
2) Esta ideología se traduce en un modo corporativo de Governance, en una forma-Estado, que llamaremos “Capital-Parlamentarismo”, es el “Sistema” cuyo mascarón de proa es el bipartidismo imperfecto hermético, que trata de reemplazar el Welfare State por el reaccionario Workfare State.
3) Finalmente el Neoliberalismo es un pack ortodoxo de políticas dirigidas por un centro de gravedad: la lógica del Capital (en especial en estos tiempos el financiero) y sus necesidades de nueva acumulación de ganancias, que se sintetiza en lo que se conoce como la dogmática “Fórmula D-L-P”: a) Desregulación (de la economía de posibles y tibias intervenciones desde el estado); b) Liberalización (del comercio y la industria nacional); c) Privatización (de las empresas y servicios públicos en manos estatales). Los jóvenes han descubierto que la partidocracia, “Capital-Parlamentarismo” como forma-Estado de Governance, tal como la conocemos no sólo es funcional a la reproducción aceitada de la explotación, sino es una condición necesaria y absoluta para la supervivencia de este modelo capitalista salvaje de tolerancia represiva, exclusión, precariedad e inequidad social. El resultado final es que España, como lo señala la propia OCDE, es uno de las países de Europa menos redistributivos de la riqueza nacional y, obviamente, uno de los países donde el Estado tiene menos impacto en la reducción de la pobreza y la marginación social. Resultado: la España “capital-democrática” es, junto con Italia, Irlanda y EEUU, es uno de los países que tiene menos movilidad social en Occidente. Y aunque ha aumentado la generación de riqueza, resultado del crecimiento de la “productividad” y de los bajos salarios, se ha ido concentrando en los superricos de manera que España es, según el "Luxembourg Income Study" (centro de datos sobre distribución de renta más creíble a nivel europeo), uno de los países desarrollados con mayores desigualdades de renta entre sus habitantes. El coeficiente Gini (que es el indicador de desigualdad utilizado académicamente) de España es 0,315, una cifra sólo ligeramente inferior a la de EEUU (0,372). Una auténtica exhibición de inequidades, injusticias…
El Movimiento 15M es de origen múltiple, lo que explica su abanico ideológico y su composición de clase, desde la iniciativa contra la Ley Sinde, pasando por las manifestaciones a favor del juez Garzón, hasta promotores de la Democracia 2.00, impulsores de la Ciudadanía Digital y del partido Pirata español, de movidas como Juventud sin Futuro o incluso la Plataforma de Afectados por las Hipotecas Imposibles de Pagar. Muchas de las organizaciones de base que componen el movimiento coinciden en que el 24 de abril de 2010 se sembró gran parte de lo que ahora se cosecha en todas las acampadas cuando se concentraron a favor de Garzón: 30.000 personas hicieron el mismo trayecto entre Cibeles y Sol que se recorrió el domingo 15 de mayo último, pero para protestar contra la impunidad de los crímenes de Lesa Humanidad del Franquismo. O también mencionar el antecedente de “Juventud sin Futuro”, que como una suerte de ensayo general del 15-M celebrado el 7 de abril de 2011, consiguiendo reunir, contra pronóstico, a 5.000 personas bajo el lema ahora de masas “Sin Casa-sin Curro-sin Pensión-sin Miedo”. A este núcleo básico se le sumaron, con rapidez inusitada en un lapso de dos o tres días, una amplia horquilla social mucho más transversal, popular y clasista. Este es el momento inicial, el del Stato Nascente, el estado naciente de cualquier movimiento social, que se presenta siempre como una experiencia fundamental, generalmente emancipatoria y liberadora, en sí misma metahistórica, y que es una exploración de las fronteras y límites de cierto tipo de sistema social, al fin de experimentar y maximizar los objetivos solidarios y comunes del “nosotros” en un momento histórico determinado. Uno de los rasgos es que se intentan construir nuevos afectos sociales, modalidades de existencia no-utilitarias ni pragmáticas, una escala subversiva de necesidades, totalmente diversa y enfrentada a aquella cotidiana e institucional. Para esta “exploración” colectiva el movimiento se ve obligado a darse una forma, a autodeterminarse, fijar estructuras-proceso, a devenir en un cierto punto de su evolución en un proyecto concreto e histórico, a fluir y encontrarse con las fuerzas concretas y materiales presentes, y llegar a acontecer en una nueva institución que ha nacido en una dinámica de desestructuración y transgresión. Aunque es muy pronto para analizar al Movimiento con profundidad, podemos realizar algunas observaciones/reflexiones sobre su corta vida desde el 15 de mayo en adelante.
Breakdown-Solidarity, una situación pre-revolucionaria:
El Movimiento 15M es un movimiento social. Parece una obviedad, si con esto entendemos la convergencia de un número vasto de ciudadanos que coordinan sus esfuerzos para resolver un conjunto de problemas comunes. Y esto se deduce de su enorme fuerza como movilización colectiva inédita: tanto por su dimensión (multitudinaria y nacional), por la extraordinaria coordinación entre sus miembros y simpatizantes (con el uso de viejos medios de agitación/propaganda, a lo que se le suman nuevos medios y tecnologías ya no controlados por el Big Brother), la existencia de una agenda de problemas comunes, la orientación a resolver drásticamente esos problemas, su voluntad colectiva (consciente y organizada) por resolver contradicciones en el orden social imperante a través de medios no institucionales pero legítimos y su solidaridad orgánica a prueba incluso de una represión estatal latente o efectiva (como sucedió en Granada y Madrid al principio, y más tarde brutalmente en Barcelona y Lleida).
El 15M se encuentra en la primer fase, en el momento del estado naciente, una respuesta destructiva-reconstructiva (el Breakdown, la ruptura) y de indignación moral de una parte del universo social, y casi en un segundo momento el nacimiento de una nueva solidaridad, cuyo eje gravitatorio es una nueva experiencia fundamental (la crisis del Capital-Parlamentarismo español que recae sobre las clases populares o los débiles). Ya no es una mera y manipulable “conducta de crisis” (pánico, protestas pacifistas, jacqueries urbanas, etc.), ya no es una masa acrítica utilizada como “maniobra de Putsch” entre un partido burgués contra el otro, sino que apunta de manera radical a conformarse en un movimiento antisistémico y revolucionario. El 15M es una respuesta basada en la acción colectiva a la democracia restringida y encorsetada, al despotismo del estado, a la disgregación del sistema social, a su legalidad perversa e instituciones funcionales al poder político-económico. La clave del 15M es su particular acción colectiva que es una conducta de lucha, conflictiva, que sobrepasa las normas institucionales de dominio, desbordan las reglas del sistema político y terminan cuestionando la misma estructura de clase de la sociedad española. Hasta el momento la acción colectiva conflictual y el programa mínimo del 15M (consenso de mínimos) se balancea entre ser meramente reivindicativo (se trata de resolver una contradicción dentro de los límites de la organización social, exigiendo o una mejor o una anterior distribución de recursos), polític0 (solucionar con los mecanismos políticos diseñados constitucionalmente ingresando en el “juego político”: regenerar la Monarquía como democracia liberal más perfecta, aceitar un poco la “tolerancia represiva” del sistema) o de sesgo más clasista y emancipador (desbordar los confines institucionales del regimen, de su forma-estado y poner en cuestión las mismas relaciones sociales de dominio). Estas líneas, que buscan su lugar y se entrecruzan o atraviesan transversalmente, pueden verse sin problemas, por ejemplo, en el programa de ocho puntos de “Democracia Real ya!”, en los cuatro ejes de mínimos establecidos por asamblea en la Acampada de Puerta del Sol o en las Demandes de mínims del movimiento de Barcelona.
¿Es el 15M antisistema? ¿Cómo identificar un movimiento social antisistémico? Algunos criterios de fácil aplicación, que transforman en categorías analíticas la propia experiencia histórica (de las revoluciones de 1848, pasando por la Commune de París de 1871, a los Soviets rusos de 1905 y 1917, el movimiento consejista europeo de entreguerras a experiencias extraparlamentarias en Europa y América Latina) podrían ser los dos siguientes:
En los contenidos y en la forma de la acción, que cuestionan el fundamento de la dominación tal como se la conocía y aceptaba. Un indicador poderoso es la no-negociabilidad de los objetivos principales y la profunda incompatibilidad de las formas de acción de masas adoptada por el 15M respecto a los mecanismos que aseguran el poder en la organización del estado liberal y la hegemonía de los intereses dominantes en el sistema político (bipartidismo imperfecto); quizá el elemento más revolucionario y de ruptura sea la idea asamblearia, el esbozo de una democracia directa a través de la autogestión como la apropiación social de los medios del poder. Las asambleas no sólo deben ser reducidas a foros de discusión, juntas de fomento vecinal o a escenarios psicodramáticos de elaboración colectiva de duelos sino hay que profundizar no sólo en su aspecto organizativo, hasta ahora menoscabado, sino en su propia filosofía de vida. Asumamos como desafío la idea de autogestión que nos propone el 15M, que no es otra cosa que la gestión de la sociedad por nosotros mismos: ¡la autodeterminación! Lo que caracteriza a esta autogestión naciente en las asambleas es que fue, antes que la línea correcta de un gurú de un partido o la reglamentación de un teórico de la Nueva Clase, producto reflexivo de un movimiento social. “Es” movimiento antes de ser doctrina o manual municipal, como lo fue la idea comunal, el Soviet como institución ex ante Stalin, los consejos obreros entre 1917 y 1939 e incluso la corta pero enriquecedora experiencia asamblearia de Argentina en 2001 y 2002. Es una práctica social, se constituyó como tal y define una identidad política lo bastante fuerte para que pueda hablarse hoy, en Madrid (¡más de 140 asambleas barriales deliberando!), Barcelona y Sevilla al menos, de una corriente autogestionaria. Esta identidad asamblearia se da sobre una doble negación simultánea: contra la vía formal y bipartidista de la Nueva Clase pero simultáneamente contra la vía burdamente parlamentarista que ha seguido la izquierda institucional española hasta el momento.
¿La cesura entre izquierda social y política podría cerrarla la aparición y consolidación del Movimiento 15M? Las asambleas, sin sospecharlo, se convierten así en el único ámbito social en el que es posible imaginarse una sociedad ampliamente democrática que niega la alternativa, falsa por otro lado, entre adaptarse al viejo estado capitalista o ponerle algún parche institucional. En este sentido la República de las Asambleas, que se pretende extender a barrios y pueblos cercanos, además de ser una crítica demoledora al “Capital-Parlamentarismo” como representación formal de nuestros intereses, no es, ni puede ser, so pena de vaciar de contenido su esencia, una mera extensión del “sistema” a las esferas locales, ni la simple corrección de los principios burocráticos del socialismo de estado. Según información de la Comisión de Extensión de la Puerta del Sol, las asambleas tendrán una estructura horizontal, con moderadores que irán rotando para evitar que nadie acumule demasiado poder y todas ellas se reunirán periódicamente en otras zonales y generales a las que acudirán portavoces, un cargo que también será rotativo, para llevar las propuestas que surjan en sus barrios y municipios y poner en común las de todas las asambleas. Les llaman “puntos de unión” del Movimiento. La asamblea es una idea no-política nueva, como lo fue en su época el anarquismo o el socialismo o el comunismo.
Daremos seis puntos concretos de pensar cómo podría funcionar esto en una nueva sociedad de iguales, en una democracia real: 1) La asamblea como autogestión es una idea radicalmente nueva. No es una rehabilitación cosmética de la vieja dimensión cooperativa o economicista del viejo socialismo. Se sostiene en la cuestión del Poder; 2) La asamblea como autogestión es puro y crudo realismo democrático, se arraiga sobre la vivencia de los desastres del ejercicio formal y vacío del “Capital-Parlamentarismo”. Su problema a superar es la crisis de las condiciones de la representación política burguesa, la falsa consciencia de la delegación burguesa y la separación entre economía y política (eje del dominio clásico del Capital); 3) La asamblea como autogestión se define como la apropiación social de los medios enajenados del Poder en nombre de la sociedad entera. No se limita a la mera cuestión económica; 4) La asamblea como autogestión es una estrategia, no una táctica circunstancial. Propone un plan de largo alcance de apropiación total y completa de lo instrumentos de Poder y de autovalorización de las propias masas, del Pueblo; 5) La asamblea como autogestión es un objetivo, una meta final. Permite superar el debate entre reforma o revolución, definiendo una problemática política de la experimentación social que supera lo que entendemos habitualmente por “político” en el sistema liberal; 6) La asamblea como autogestión, por sus propias implicaciones y consecuencias deseadas, está vinculada al establecimiento de modos “autónomos de generar la riqueza, de entender el trabajo y de repartir sus frutos”. Es una superación de la forma de entender la relación entre la economía y la sociedad. La asamblea como modelo de comunidad no sólo se distingue por su temperamento político postpolítico sino por su técnica revolucionaria.
El 15M ha llegado a la idea asamblearia en un puñado de días. La misma idea de acción extraparlamentaria se ha trasladado al ritual electoral liberal: Izquierda Unida ha subido de manera significativa (aunque no espectacular). Además indirectamente ha subido la participación y el voto se ha repartido entre partidos pequeños, generalmente de centro e izquierda, sin representación parlamentaria. Se trata de una nada despreciable 19,73%, dentro del cual la mayor parte de los votos se concentran en 33 formaciones, algunas tan grandes como UPyD, que suma 465.125 votos (2,06%), aún siendo una versión más tibia del Neoconservadurismo, y otras tan pequeñas como Compromiso con Aragón (4.035 votos; 0,02%); pero es importante destacar que hasta el 7,48% de ese porcentaje residual está a su vez repartido bajo el nombre burocrático de “Resto”, que suma 4.740 concejales y 1.688.378 votos. Y hay que señalar que por primera vez en la historia democrática española se ha producido una de las subidas más espectaculares que han registrado estas elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo ha sido la de los votos nulos y en blanco, que han totalizado cerca de un millón de sufragios. Esto significa que hubo antimilitancia inteligente: un 4,24% de los electores se han molestado en ir a las urnas para no apoyar a nadie, todo un récord. De ser una fuerza política, la coalición blancos+nulos sería la cuarta más votada, por delante de Convergència i Unió (3,46%), y por detrás de Izquierda Unida (6,31%). En concreto, los votos en blanco han aumentado un 0,62% -de 1,92% a 2,45%-, su resultado más alto en democracia, y los nulos en algo más de medio punto -de 1,17% a 1,69%-. El 15M ha logrado aumentar un 37% en comparación con los anteriores comicios, el voto protesta (blanco/nulo). Algo así precedió a la rebelión social en Argentina en 2001.
Otro ejemplo antisistémico instintivo del Movimiento 15M es el objetivo de derribar sin contemplaciones la antipluralista y perversa Ley Electoral diseñada en la Transición, fuente de la legalidad y respaldo constitucional del “Capital-Parlamentarismo” español. El secreto está encerrado en la consigna aparentemente trivial de “¡Lo llaman democracia y no lo es!”. Hasta qué punto la Nueva Clase política ha previsto que el ataque frontal a ese mecanismo significa el derrumbe del sistema que se han apresurado ha reformarla en silencio y secretismo, en un giro más reaccionario todavía, mediante la Ley Orgánica 2/2011 que levanta aun más barreras a cualquier nueva opción política que pueda surgir de la sociedad civil. Otro artificio legal “liberticida”, que vacía más de contenido nuestra democracia liberal formal, escrito en el lenguaje esópico de la Nueva Clase, que demuestra que son expertos en crear y reformar leyes que cada vez cuesta más interpretar y sobre todo comprender su aplicación y efectos en nuestras vidas. Ya decía el sabio filósofo Spinoza que el Poder es poder porque puede dominar a capricho la “interpretación” final de la Ley. La nueva Democracia real y social que se plantea todavía no tiene nombre, algunos le llaman “deliberativa”, otros “permanente”, otros la palabra maldita para el sistema: “directa”. El Movimiento 15M ha comprobado en carne propia que todos los órganos de la forma-Estado actual en España se convierten en oídos, ojos, brazo y piernas por medio de los cuales puede oír, ver, tener ganancias extraordinarias, imponer, defenderse, anticipar y evolucionar el interés egoísta del gran Capital.
Existe, por sobre todas las cuestiones, un análisis del sistema de producción y de la estructura de generación de la riqueza; en los documentos públicos más difundidos, el Movimiento 15M se balancea programáticamente entre un modelo reformista redistributivo, una añoranza por el viejo Welfare State o el modelo socialdemócrata nórdico, pasando por propuestas de nacionalización radical, cooperativismo y autoadministración, hasta cuestionar los costos negativos y reaccionarios que genera los requisitos de la nueva acumulación que pretende la burguesía española desde 2008, es de decir se pone en cuestión la misma Ley del Valor. Todos ellos apuntan al corazón mismo del extremista Neoliberalismo de la burguesía española y la forma-Estado del regimen que domina España. Su gasto público social, que incluye el gasto en servicios públicos del Estado del bienestar (tales como sanidad, educación, y servicios sociales, entre otros) y transferencias públicas a personas (tales como pensiones de vejez y otras), es el más bajo de la UE-15. Un 27,9% del PIB, en comparación con el 33,8% promedio de la UE-15 para 2009. Si escogemos otro indicador, gasto público social por habitante (7.180 euros estandarizados), estamos también a la cola de la UE-15 (cuyo promedio es 9.189 euros estandarizados). Y si analizamos el porcentaje de la población adulta que trabaja en los servicios públicos del Estado del bienestar vemos también que tal porcentaje, el 9%, es el más bajo de la UE-15 (el promedio es 15%). En Suecia, el país que tiene el Estado del bienestar más desarrollado en la UE-15, tal porcentaje es el 25%, es decir, uno de cada cuatro suecos trabaja en tales servicios. España no llega a uno de cada diez. El Movimiento 15M instintivamente ataca este estado de cosas, esta vieja relación de fuerzas que está llevando a la precariedad, la ruina y la miseria a las clases populares: España, ya lo señalamos, tiene la más baja movilidad social de toda Europa. El 15M sabe intuitivamente pero con claridad, que estamos inmersos en una crisis de acumulación histórica del Capitalismo español. Nada raro, el Capitalismo en sí mismo es “conexión de crisis”, las crisis tienen su causa en una insuficiente valorización del Capital, que a su vez es el resultado de una tendencia al descenso de sus ganancias, sus profits. O sea: que la salida de la crisis sólo puede ser superada, desde el punto de vista del “Sistema”, por una reconfiguración de la valorización del Capital, ergo: por el restablecimiento de una tasa de beneficio más alta o adecuada para que se reinicie de nuevo la acumulación (los “brotes verdes” de Zapatero). Y que esta lucha que vemos en plazas y calles de España es por cómo será su salida hacia otro período de expansión del Capital, de quienes serán sus ganadores y perdedores, ya que la recesión capitalista en España no es un fenómeno natural, sino de naturaleza bien política.
El manifiesto original, leído en la Puerta del Sol el martes 17 de mayo, señalaba que “Estamos aquí porque queremos una sociedad nueva que dé prioridad a la vida por encima de los intereses económicos y políticos. Abogamos por un cambio en la sociedad y en la conciencia social.” O el grito de un participante a una asamblea: “¡Las personas están por encima de la rentabilidad de las empresas!” Un ataque frontal al poder financiero español y europeo, al Capitalismo de Casino, y además se exige en sesiones asamblearias redistribuir la riqueza mediante impuestos más progresivos, incluso establecer la Tasa Tobin sobre movimientos de capitales. Se cuestiona la base de la Ley del Valor capitalista española: el miserable salario mínimo interprofesional fijado por el estado (“¡Violencia es cobrar 660 euros!”), lo que significa que se ha develado que el salario es la única mercancía (que además genera valor) en el Capitalismo cuyo precio no es libre, ya que debe fijarse despóticamente en función de la necesidad de valorización del Capital, y que al mismo tiempo representa la proporción miserable de la mera reproducción básica de la fuerza de trabajo. España tiene los salarios más bajos, y con mucho, de toda la UE-15. Y no está nada errado: ¡el salario medio en España (descontando inflación) de 1995 era casi el mismo que en 2011! De 1996 a 2004, las rentas del trabajo como porcentaje de la renta total descendieron, pasando de representar el 66% al 61%. Fue el descenso más acentuado (después de Alemania) de tales rentas del trabajo en la UE. Los beneficios empresariales aumentaron durante tal periodo un 73% (más del doble de la media de la UE-15, que fue de un 33%), mientras que los costes laborales crecieron sólo un 3,7% (cinco veces menos que en la UE-15, un 18%). No es casualidad que la otra cara de ello sea que España (presentada frecuentemente en la ideología neoliberal como una nación de gran laxitud e indisciplina laboral) es uno de los países en los que los trabajadores trabajan más horas al año: 1.654 horas, muy por encima del promedio de los países de la OCDE, 1.628 horas. Bajos salarios, precariedad laboral y superexplotación intensiva (lo que se conoce como plusvalor absoluto). Esto significó que durante el período de dominio político pendular PP-PSOE España tuviera el mayor crecimiento de la productividad. Por ejemplo, en el periodo 2007-2009 fue el mayor crecimiento (5,4%) de los países de la OCDE, cuya media fue de -1,1%. Incluso en España la fuerza de trabajo está más explotada (es más “productiva” en la jerga tecnócrata) que en Japón o Nueva Zelanda. El Movimiento 15M se lo pregunta: ¿Cómo puede ser que los salarios del 90% de la población laboral española hayan crecido tan poco cuando el PIB se ha más que doblado durante estos últimos 30 años? Si la riqueza total generada en España ha aumentado más del doble, ¿cómo puede ser que el crecimiento salarial haya sido tan escaso?
El Movimiento 15M toca otro elemento arcano del Capitalismo: los límites de la jornada laboral, la última Thule de los empresarios, como le llamaba Marx usando una metáfora que significaba una frontera inquebrantable, al afirmar que debe impulsarse una “reducción de la jornada de forma que todo el mundo pueda disfrutar, pensar y conciliar su vida personal con la vida laboral, sin reducción de sueldo. Está reducción permitirá un reparto de tareas que acabará con el desempleo estructural”, con lo que se quiebra el misterioso y desigual intercambio entre el alma del capital (dinero) y la mano de obra. Es que si el trabajador puede decidir sobre su jornada de trabajo y consumir para sí mismo el tiempo a su disposición, “roba” al capitalista. El Movimiento por sí solo ha descubierto una auténtica antinomia: derecho contra derecho, signados ambos de manera uniforme por la Ley de intercambio mercantil. Entre derechos iguales decide siempre en la Historia la fuerza. Lo que desde un punto de vista aparece como autovalorización de las masas y explotación excesiva de fuerza de trabajo, es desde el otro valorización de mis intereses como capitalista (el Mercado). En este caso también el Movimiento va más allá al tocar, con el ataque al “desempleo estructural”, otro elemento de contratendencia del Capital: el ejército industrial de reserva. Para poder moverse libremente, la acumulación capitalista produce de manera constante, antes bien, y precisamente en proporción a su energía y su volumen, una “sobrepoblación” relativa de mano de obra (“desempleo estructural”), un componente humano relativamente excedentario, excesivo para las necesidades medias de valorización del capital y, por lo tanto, superflua. Es una ley perversa de población (no-natural) peculiar del modo de producción neoliberal. Esta sobrepoblación, los superfluos, se convierte a su vez, en cada crisis, en la palanca del nuevo ciclo de ganancias y en condición de existencia de tales ganancias. Es el material humano explotable y siempre disponible para el hambre voraz de dinero del sistema.
Otros puntos a destacar de su programa mínimo es la importante percepción que la forma-Estado capital-parlamentaria (el “Sistema”) funciona con una lógica que convierte a la autoridad aparentemente “objetiva e imparcial” (por ejemplo el Poder Judicial) en servidora de las necesidades del gran Capital. En ningún país europeo se juzgaría y destituiría a un juez por intentar investigar los crímenes de una dictadura más sangrienta que la de Mussolini. Se critica el llamado Postfordismo, las nuevas relaciones sociales de producción basadas en la ultraproductividad, creciente precariedad y en la segmentación profunda del mercado de trabajo, y se desea eliminar la separación entre la economía y la política, incluso interviniendo en el Shangri-La del Capital, en el seno mismo de las empresas (“fiscalización a las grandes empresas para asegurar que no cubren con trabajadores temporales empleos que podrían ser fijos”). Otros puntos a destacar de sus reflexiones y propuestas son el Decrecimiento como punto central (“El sistema económico no puede estar basado en el crecimiento indefinido”), así como claras tendencias de quiebre de estructuras monopólicas u oligopólicas (“Evitar los monopolios en la distribución garantizando el acceso de todos los productores), con lo que se ataca el rol del crédito (la banca) como máquina específica para la concentración de los capitales más poderosos. La emancipación humana nada tiene que ver con la mera emancipación política. El 15M lo sabe y el sistema también.
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