Las crisis económicas cada vez más profundas de Europa y EE.UU. generan respuestas socio-políticas contrastantes de la clase obrera y de la clase media. En Europa, especialmente en los países mediterráneos (Grecia, España, Portugal e Italia) los jóvenes desempleados han organizado una serie de huelgas generales, ocupaciones de plazas y otras formas de acción directa. Al mismo tiempo, la clase media, los empleados del sector privado y pequeños empresarios han hecho un giro hacia la "derecha dura" y han elegido, o están a punto de elegir, primeros ministros reaccionarios en Portugal, España, Grecia y hasta quizás en Italia. En otras palabras, las crisis cada vez más profundas han polarizado el Sur de Europa: fortaleciendo el poder institucional de la derecha dura y al mismo tiempo incrementado la fuerza extra parlamentaria de la izquierda de movilizar 'el poder de la calle'.
Por el contrario, en el Norte y Centro de Europa, la derecha dura y los movimientos neo-fascistas han logrado avances significativos entre los trabajadores y la clase media baja a expensas de la centro-izquierda tradicional y de los partidos de centro derecha. [1] La estabilidad relativa, la afluencia y el empleo estable de la clase trabajadora nórdica han estado acompañados de un apoyo creciente a partidos políticos racistas, antiinmigrante e islamofóbicos. [2]
En el caso de EE.UU., con pocas excepciones notables, la clase trabajadora ha permanecido como un espectador pasivo ante el giro a la derecha del Partido Demócrata y la captura del Partido Republicano por la derecha dura. En EE.UU., a diferencia del Sur de Europa, no hay presencia política de la izquierda en las calles, solamente un pasivo rechazo y repudio de la política de extrema derecha del Congreso y de la Casa Blanca.
La crisis económica ha subrayado la fragmentación, la desunión y la polarización interna, y no la solidaridad.
Las polarizaciones de derecha/izquierda
Una de las razones clave para el crecimiento de las ideas de derecha entre los trabajadores del Norte de Europa es la desaparición de ideologías, partidos y líderes de la clase trabajadora. Los Partidos Laborista y Social Demócrata instalaron gobernaron instaurando programas neoliberales, y promoviendo al mismo tiempo, estrategias de exportación dirigidas por las corporaciones multinacionales. Impulsaron beneficios impositivos retrógrados para las grandes empresas; participaron en guerras imperialistas de agresión (Afganistán, Irak y Libia); apoyaron la llamada "guerra contra el terror", principalmente contra los países musulmanes mientras toleraban el crecimiento de los neo-fascistas, de los islamofóbicos de extrema derecha que practican la "acción directa" de expulsar a los inmigrantes de Europa. Los partidos europeos gobernantes de centro-izquierda (social-demócrata y laborista) y de centro-derecha (Sarkozi, Cameron y Merkle) han realizados ataques explícitos al "multiculturalismo", código para "derechos de los inmigrantes musulmanes".
Su manipulación y tolerancia de la islamofobia les sirve para conseguir de manera barata votos entre el electorado xenofóbico y para justificar su participación en las guerras de agresión llevadas a cabo por EE.UU. e Israel en el Medio Oriente y el Sur de Asia. Como resultado de ellos, los regímenes neoliberales debilitaron la solidaridad de la clase trabajadora con los trabajadores inmigrantes y socavaron cualquier esfuerzo coordinado entre el estado y la sociedad civil para contrarrestar activamente a los racistas neo-fascistas que practican una versión islamofóbica más virulenta reivindicando la visión de limpieza étnica de los ideólogos sionistas.
Los sindicatos han perdido afiliados debido especialmente al incremento de "trabajadores temporales" quienes son particularmente susceptibles a la propaganda de la extrema-derecha. Igualmente importante es el hecho de que los sindicatos ya no desarrollan programas de educación política que fortalezcan la solidaridad de clase entre todos los trabajadores. Aunque en el Norte de Europa mejoren los salarios, la colaboración de los sindicatos con la élite corporativa ha dejado a los trabajadores en una situación de vulnerabilidad ante la propaganda antiinmigrante e islamofóbica. En este contexto una "lucha de clases" perversa enfrenta a los trabajadores desorganizados contra los de "abajo", los inmigrantes. Los neo-fascistas logran avanzar promoviendo y explotando las creencias culturales y chovinistas, a las que los sindicatos y los partidos social democráticos no se oponen activamente mediante la educación de los trabajadores y la lucha de clases.
En otras palabras, la práctica neo-liberal y la ideología de los partidos de "centro-izquierda" socava las identidades políticas de clase y abre la puerta para la penetración y la influencia de la derecha. Esto se hace especialmente evidente cuando los líderes de centro-izquierda y los sindicatos no se molestan en consultar o debatir sobre temas políticos con los miembros: Imponen sus políticas desde arriba, dándole así a la "extrema derecha" un arma formidable para atacar la "naturaleza elitista" del sistema político de centro-izquierda.
En contraste, en el Sur de Europa la crisis económica cada vez más profunda, debida en gran parte a las duras condiciones impuestas por el Norte y por los banqueros de Europa Occidental y los políticos locales de centro-izquierda y de derecha, ha fortalecido y agudizado la conciencia de clase y las posiciones políticas. La propaganda de derecha contra los inmigrantes y los musulmanes halló poco eco entre los trabajadores del Sur de Europa frente al desempleo rampante y los brutales recortes a salarios y pensiones.
Los trabajadores del Norte de Europa se han aliado con la derecha, y con sus propios políticos y banqueros, en exigir que se impongan medidas de mayor austeridad en los países del Sur de Europa, adoptando la ideología racista de que los trabajadores mediterráneos son perezosos, irresponsables y que viven de vacaciones. De hecho, los trabajadores de Grecia, Portugal y España trabajan más días al año, tienen menos días de vacaciones y jubilaciones menos seguras. Los mismos sentimientos racistas que enfrentan a los trabajadores del Norte de Europa contra los inmigrantes también fomentan estereotipos chovinistas contra los trabajadores militantes del Sur de Europa y alimenta las simpatías con la derecha.
Los banqueros acreedores y los líderes políticos del Norte de Europa exprimen mediante los impuestos a la clase obrera y a la clase media con el fin de rescatar a sus colegas de las élites deudoras del Sur de Europa, los que por su parte, se ponen de acuerdo para seguir exprimiendo a los trabajadores y empleados públicos para cumplir con los pagos de la deuda exigidos por el Norte. Los trabajadores de los países imperiales del Norte han sido convencidos de que sus estándares de vida están amenazados por la irresponsabilidad y las deudas de los del Sur, y no por la actividad especulativa y la irresponsabilidad prestamista de sus propios banqueros. En el Sur, los trabajadores tienen que cargar sobre sus hombros con la doble explotación de los acreedores del Norte de Europa y la de sus propias élites locales; y por lo tanto, tienen una mayor conciencia de clase sobre la injusticia del sistema capitalista imperial y local.
Los trabajadores del Norte son vulnerables a la propaganda de derecha porque hacen causa común con su propia clase dominante acreedora y transfieren su resentimiento hacia los trabajadores de otros países y los inmigrantes. Expresan abiertamente su resentimiento contra los trabajadores en huelga de Grecia, España o Portugal, cuyas luchas militantes podrían interrumpir sus planeadas vacaciones en las islas del Mediterráneo o en los balnearios de la costa. La batalla ideológica que debería enfrentar a los trabajadores del Norte de Europa contra sus propios estados acreedores y la élite financiera especuladora se ha transformado en hostilidad hacia los trabajadores del Sur de Europa y los inmigrantes. Rescates ultramarinos, guerras imperiales y recortes de los programas sociales condujeron a una mayor competición sobre la reducción del gasto social y conflicto entre empleados y desempleados, 'nativos' y trabajadores 'inmigrantes'.
Se ha debilitado considerablemente la solidaridad internacional de los trabajadores, la que en algunos casos, fue reemplazada por la proliferación de redes internacionales de extrema derecha que difunden virulenta propaganda antiinmigrante y, en el caso de la masacre de casi 70 jóvenes de izquierda -en su mayoría adolescentes, activistas del Partido Laborista- representa una amenaza directa de muerte a los que defienden los derechos de los inmigrantes. La extrema derecha comenzó atacando a los inmigrantes y a los musulmanes, y ahora se ha enfocado en atacar a la izquierda y a los movimientos progresistas locales que los apoyan. Esto ha adquirido una dimensión incluso más compleja por la vinculación de los rábidos ideólogos sionistas pro-israelitas (mayoritariamente radicados en EE.UU.) y los neo-fascistas islamofóbicos que agreden a los defensores de los derechos de los palestinos, una cuestión repetida varias veces por el asesino en serie fascista de Noruega, Anders Behring Breivik.
El problema es que los partidos liberales, social demócratas y conservadores de apariencia 'respetable' en sus campañas electorales han condescendido con la postura antiinmigrante y antiislámica de la extrema derecha en el afán de atraer a los trabajadores, en lugar de proponer reformas profundas de clase que disminuyan las desigualdades -financiadas con una política impositiva progresista- y un incremento de la inversión pública para unir a todos los trabajadores (locales e inmigrantes) contra el capital.
Ante la falta de solidaridad de clase, los hijos e hijas de inmigrantes, en especial la desproporcionada cantidad de jóvenes sin empleo, participan en formas de acción directa como el saqueo de negocios, confrontaciones contra la policía y desorden generalizado, como se vio en los disturbios ingleses del "agosto ardiente" de 2011. La desaparición de políticas de la clase trabajadora produjo entonces un extremismo de derecha violento, y saqueos y disturbios protagonizados por inmigrantes. La élite laborista es una espectadora, confinada en el rol de condenar el extremismo y la violencia, haciendo llamados a investigaciones, pero sin siquiera esbozar una auto-crítica o cualquier programa para cambiar las estructuras socio-económicas que producen el giro a la derecha y la violencia entre los trabajadores y los desempleados.
Estados Unidos: El avance de la derecha
A diferencia de Europa, la extrema derecha se siente como en casa dentro del orden establecido en EE.UU. Las brutales políticas antiinmigrante condujeron a la expulsión de casi un millón de trabajadores indocumentados y sus familiares en los primeros tres años del régimen de Obama (tres veces mayor con respecto a los años de George W. Bush). El "Tea Party" ha promovido como congresistas a políticos del Partido Republicano que están a favor de recortes masivos de la red de seguridad social, en colaboración con la Casa Blanca. Los medios corporativos, el Congreso, la Casa Blanca, los políticos fundamentalistas cristianos, y personalidades y organizaciones sionistas promueven activamente la islamofobia y llevan adelante campañas virulentas contra los musulmanes manipulando la inseguridad pública. El "establishment" de EE.UU. se ha apropiado del proyecto racista de la extrema derecha de Europa; apuntando directamente a la destrucción del programa social de los pobres, de la clase obrera y de los empleados públicos (especialmente de los maestros y profesores). Más aún, el asalto de la financiación de la deuda y del gasto público condujo a conflictos entre sectores de la clase capitalista, que dependen del estado. En el transcurso del "debate" reciente en el Congreso sobre si se levantaba o no el techo de la deuda, Wall Street se unió en una lucha selectiva contra la extrema derecha; llamando a un "compromiso" respecto a recortes sociales y reforma impositiva y por otra parte, apoyando la ofensiva de la extrema derecha contra los sindicatos de empleados públicos.
A diferencia de Europa, en EE.UU. la masa de la clase trabajadora es pasiva. Ha sido neutralizada: nunca participa en disturbios callejeros como los de Inglaterra, tampoco forma parte de giros drásticos a la derecha como los tomados por la clase trabajadora del Norte de Europa, ni participa en huelgas como las del Sur de Europa. Los sindicatos de EE.UU., a excepción del Sindicato de Empleados Públicos de Wisconsin, estuvieron totalmente ausentes de cualquier confrontación importante. Los jefes de los sindicatos estadounidenses están concentrados en hacer lobby dentro de corporativizado Partido Demócrata y son incapaces de movilizar a los afiliados, cuyo número decrece.
El Tea Party, a diferencia de sus equivalentes del Norte de Europa, no logra atraer masivamente a los trabajadores por sus ataques virulentos a los programas públicos populares, como Medicare, Medicaid, seguro de desempleo, y especialmente Social Security (Seguro Social) -todos estos programas benefician principalmente a los trabajadores y a sus familias. Por otra parte, la crisis económica en EE.UU. no ha generado acciones masivas estilo Mediterráneo porque los sindicatos de EE.UU. o no existen (93% de empleados del sector privado no están sindicalizados) o han hecho tantas concesiones a la patronal que están paralizados.
Hasta ahora, la clase trabajadora de EE.UU. es un mero espectador del avance de la extrema derecha porque sus líderes han atado su suerte a la del Partido Demócrata, el que a su vez, ha adoptado partes significativas del programa de la extrema derecha.
Conclusión
Estados Unidos, a diferencia de Europa, está haciendo una transición pacífica del neo-liberalismo a la extrema derecha, donde la clase obrera y la clase media son víctimas pasivas más que combatientes activos de izquierda o de derecha. En Europa, la crisis actual revela una profunda polarización entre el giro a la izquierda de los trabajadores en el Sur y el creciente movimiento hacia la extrema derecha entre los trabajadores del Norte de Europa. La idea de una solidaridad internacional de los trabajadores está siendo reemplazada, en el mejor de los casos, por una solidaridad regional entre los trabajadores del Sur de Europa y, en el peor de los casos, por una red de partidos de derecha en los países del Norte de Europa. Con la caída de la solidaridad internacional, las tendencias chovinistas y racistas son rampantes en el Norte, mientras que en el Sur a los movimientos de trabajadores se les ha unido un amplio espectro de movimientos sociales, incluyendo desempleados, estudiantes, pequeños comerciantes y jubilados.
Mientras que, por un lado, los partidos políticos de derecha están capitalizando el descontento con la centro-izquierda en el Sur de Europa, por otro lado, enfrentan una formidable resistencia por parte de los movimientos obreros y otros movimientos sociales. En cambio, en el Norte de Europa y en EE.UU. no existe una oposición conciente de este tipo contra la extrema derecha, ni en las calles ni en los sitios de trabajo. En estas regiones sólo el colapso del sistema económico o una recesión económica prolongada y grave en combinación con recortes devastadores de programas sociales y protecciones elementales podrían reactivar los movimientos de la clase trabajadora y, esperemos, que esto surja desde una conciencia de clase de izquierda y no desde la extrema derecha.
James Petras
Notas
[1] Según una investigación sobre el apoyo de los trabajadores a los partidos de extrema derecha en Europa Occidental, "los trabajadores se han convertido en sus clientes principales". Véase el artículo de Daniel Oesch “Explaining Workers’ Support for Right-wing Populist Parties in Western Europe: Evidence from Austria, Belgium, France, Norway, and Switzerland” International Political Science Review 2008: 29; págs. 350 -373.
[2] Mientras que las motivaciones de los trabajadores varían, los que se benefician son los partidos de extrema derecha.
Artículo original: http://petras.lahaine.org/?p=1871
No hay comentarios:
Publicar un comentario